7/7/09

Una extensa pradera blanca, por Aciro Luménics







Bajo el avatar siniestro de un correcto trazo, una imagen plástica reniega de su espíritu. Calma y entroniza, falsa y encubierta, tiende trampas rumbo al horizonte. Observa el artefacto mientras vuela, viene, acercándose a velocidad mayúscula y cambiando levemente de sentido. La cabeza se transforma en resonancia estrecha. Se vacía el centro del lenguaje, se congela. Vierte la carcoma sobre el vidrio espeso. Enciende el humo de las velas y la música se pierde en la distancia. Nada importa, ni siquiera el asco de otro venerable adorador de santidades, purgas y encomiables. El om, el absoluto, chillan las paredes, se adormece el baile continuado en la trastienda. Reaparece el sol envuelto en sedas negras. La luna ya se ha ido y nos quedamos atrapados bajo el suave polvo de alquitrán, inmóviles, reflejando cada uno su adicción, su propio lastre, su vehículo sagrado al centro, origen y final.





en Seis mil relatos de ficción absurda, 1961