Los lobos, que tendrían una
actuación tan destacada en la película muda (El milagro de los lobos, 1924), reposaban, entre filmación y
filmación, junto a las gallinas, maquilladas ya para la escena de la granja. A la verdad, no se trataba
de andarse comiendo los unos a los otros, sino de participar cada cual en la
lucha por la vida, ganándose unos dólares, que nunca sobraban, haciendo papeles
de animales extras en el cine.
en Memorandum Mandrágora,
1985