La
más reciente publicación de la editorial chilena G0 Ediciones reúne una serie
de imágenes y textos del poeta y fotógrafo Franklin Goycoolea, amén de una nota
preliminar (firmada por el mismo Franklin) y una conversación sostenida entre
éste y Juan Luis Martínez en septiembre de 1991, transcrita por Martín Cinzano.
Todos estos materiales permiten dimensionar el trabajo realizado por Goycoolea
a lo largo de los años, creando una suerte de “retrato” fantasmal del artista;
retrato que se ve reafirmado en el epílogo que cierra Flash, texto elaborado por Carlos Almonte en el que la labor del
poeta santiaguino es puesta en términos del situacionismo surgido en los años
50’: “Escribir como un disparo. Disparar como escribiendo. Goycoolea es un
fotógrafo situacionista, en las tres acepciones acuñadas en 1958”, (p. 103).
Hay
que aclarar de entrada que la poesía de Goycoolea se liga problemáticamente con la práctica fotográfica que él realiza, al
menos en lo que al libro de G0 Ediciones se refiere. Sus textos surgen a partir
de la observación de acciones cotidianas o paisajes urbanos, de los cuales el
hablante se separa para instalar una suerte de reflexión en torno a las cosas y
el significado que ellas presentan: hay, por tanto, una distancia que se hace
palpable entre el lenguaje y sus referentes y que se manifiesta en una cualidad
metaliteraria de la escritura de Flash. Esto se traduce a nivel de los poemas
en la abstracción y sequedad que exhiben muchos de los textos que forman parte
del libro, siendo Tergiver’s art el
epítome que alcanza categoría de arte poética respecto a esta postura: “Forzar
/ Torcer / Las razones, argumentos / o las relaciones de los hechos / y sus
circunstancias / Para defender o excusar / alguna cosa” (p. 12). La abstracción
a la que he aludido antes, encuentra en poemas como El retrato familiar, Variedad
del rostro humano y el magnífico La
novela punk sus puntos más altos: “Comer sin parar / Tomar sin parar /
Escribir es como fotocopiar / Te avergüenzas el que no eres / Te disfrazas / en
pensamientos y erráticas miradas / como moscas / evitando el peso de una resaca
/ Hazte uno contigo en lo fragmentario / el resto resta en residuos de collage
/ Las moscas sobrevuelan / el lugar que real / y prácticamente habito / en mi
cabeza” (p. 65).
Por
el contrario (o mientras tanto: aquí
el lector puede escoger libremente cuál locución adverbial usar) las
fotografías que el libro incorpora desarrollan preferentemente un relato de
soledad y marginación en que destaca, por sobre cualquier otro tema, la
visibilización de un Valparaíso precario, siempre al borde del derrumbe y el
abandono. En ellas parece gravitar la sombra de Edward Hopper, el pintor
norteamericano, especialmente en aquellas tomas donde prevalecen las visiones
nocturnas del puerto y en otras donde se presenta a personajes solitarios
meditando en sus ventanas, de manera similar a como figura en cuadros
emblemáticos de Hopper tales como Morning
sun. Esta visibilización de la fragilidad del puerto adquiere en ciertas imágenes
un lirismo intenso, como sucede, por ejemplo, en aquella fotografía que muestra
una bandera chilena desgarrada flameando sobre un horizonte en que destaca la
silueta del edificio del Congreso (en que parece resonar, de manera lejana, el
trabajo del Álvaro Hoppe de los 80’), que hallamos en la página 13.
El
diálogo que se transcribe, casi al final del libro, entre Juan Luis Martínez y
Franklin Goycoolea, viene a resolver, de alguna manera, la tensión planteada
entre palabra e imagen en Flash,
puesto que en él se reflexiona, justamente, sobre el estatuto que cada uno de
estos conceptos ocupa en la poética de ambos escritores, en especial respecto
de la relación entre fotografía y silencio: “JLM: Una vez me ocurrió ver una serie
de fotos tuyas en las que jugaba un papel central el ruido y la
sobreexplotación de elementos que remitían a una laceración, a un desgaste. Sin
embargo… había ahí un silencio por el cual la foto dejaba un espacio de respiro
necesario. Una abertura. FJG: Definitivamente creo que muchas fotos, si no
todas, tienen un silencio, un espacio en que no significan más que su
silencio”, (p. 94). Encontramos aquí una teorización que permite establecer un
puente entre el trabajo textual que desarrolla Goycoolea y su labor fotográfica
y, también, que cierra de forma adecuada el retrato fantasmal que Flash construye de la figura del autor, que,
parafraseando al mismo Juan Luis Martínez, podría resumirse más acertadamente
en el caso de Goycoolea como “La vida del autor: su palabra, su imagen”.
CD
MX, marzo 2018