Otra vez la culpa: jamás
disfruté los trucos extraliterarios
pero imagina una gota de agua
-una lágrima, ponte tú
o una gota de mezcal-
en la página que acabas de escribir
y que acaba de salir de la impresora:
la tomas con ambas manos
y la mueves como si la gota
fuera un barco en el agua quieta
de la página.
Otra vez disculpa: jamás
me entusiasmaron las imitaciones
del expresionismo abstracto:
tanta mancha ebria y tanto alarde
ni el escapismo de la poesía
concreta. Pero imagina
que lo que estaba escrito
empieza a disolverse con la gota
y se borra todo y respiras
de alivio.
en
Ensayo sobre la mancha, 2012
Ediciones
Corriente Alterna