La noche nos reduce
en esta plaza
y es nuestro el amor que resplandece
más allá de las torres asediadas:
de las malas palabras que cerramos
y que ahora ceden
bajo el peso de los cuerpos.
El viento entra en la ciudad
rendida a nuestros pies
que ignoran
el camino de regreso hacia la
madrugada.
Lo demás podría no existir en esta
hora
en que volvemos a vencernos.
en Los malos pasos,
1990