Para mí, cada película, cada proyecto, es un
experimento. ¿Cómo se traduce esa idea? ¿Cómo la traduces de manera que pase de
idea a película o a silla? Se te ocurre una idea y la ves, la oyes, la sientes,
la sabes. Pero pongamos, por ejemplo, que empiezas a tallar un trozo de madera
y, a pesar de los esfuerzos, no te queda bien. Eso te da que pensar, te sirve
de punto de partida. Actúas y reaccionas. De modo que conseguir que todo quede
correcto se convierte en una especie de experimento.
Cuando meditas, ese flujo se incrementa. La acción y
la reacción se aceleran. Tomas una idea de aquí y luego otra de otro sitio. Es
como un baile improvisado. Vas muy rápido, a toda vela.
Y no es fingido; no es uno de esos programas para
sentirse bien en los que te dicen: «Detente a oler las rosas y tu vida mejorará». Viene
de dentro. Tiene que nacer de lo más profundo e ir creciendo cada vez más.
Hasta que las cosas cambian de verdad.
Así que trasciende, experimenta el Yo —la conciencia
pura— y observa lo que ocurre.
en
Atrapa el pez dorado, 2008