Los anarquistas están creando, de
manera permanente, una cultura que permite que más y más personas se liberen
del reinado de los dinosaurios. En la actualidad, nuestra agitación y
propaganda son a menudo solo chispas que inflaman el corazón, pero no llamas
reales de revolución. Esto ha provocado impaciencia y cinismo en algunos; pero
los anarquistas deben tener confianza. Estamos creando una revolución en la que
no solo controlaremos los medios de producción, sino que realmente controlaremos
nuestras propias vidas.
No hay ciencia del cambio. La
revolución no es científica. Las actividades no deben ser específicas en cambio
social, más de lo que los artistas deben ser expertos en formas de
autoexpresión. La gran mentira de todos los expertos es su pretensión de tener
acceso a lo exclusivo, a lo intocable, incluso a lo inimaginable. Los expertos
en revolución, ignorados, poco amados, exigen demasiadas cosas además de
lealtad. Por encima de todo, exigen eficiencia, un lugar en la bien aceitada máquina.
En lugar de los jardines traseros y el
transporte público, la eficiencia ha creado alimentos modificados genéticamente
y carreteras con dieciséis carriles. La eficiencia exige la ilusión de progreso,
por insignificante que este sea. Nuestro rechazo a la competencia ha llevado a
muchos proyectos asombrosos. Food Not Bombs* puede no ser la forma más
eficiente de entregar comida a quienes tienen hambre, pero a menudo son más
efectivos en sus objetivos y más significativos que cualquier programa
gubernamental. ¿No es eso exactamente lo contrario de cómo queremos que sea
nuestro mundo? La eficiencia impulsa muchas campañas y proyectos; demasiados
activistas se han convertido en personajes tan increíbles y superficiales como
los de los comerciales de televisión. Su búsqueda de temas eficientes y
comercializables los ha llevado a competir con empresas, gobiernos y otros
activistas por la captación de público.
Como la masa, la eficiencia es una
deidad clave en el panteón del pensamiento de los dinosaurios. No hay nada de
malo en el deseo de hacer cosas; algunos proyectos necesarios nunca se alejan
de la drogadicción y es mejor terminarlos lo antes posible. Sin embargo,
nuestras relaciones personales y nuestros deseos compartidos de cambio no son
cosas que hagamos de manera apresurada, pregrabada y hecha para la televisión.
La apuesta encubierta del activista
eficiente es que, dado que la libertad nunca se vive sino que solo se discute,
todo cambio debe ser planificado de antemano, aunque el proceso resulte
tedioso. Estos expertos incluyen a los burócratas que tiemblan en sus mocasines
ante la idea de una revuelta popular sin el permiso o la guía del Partido. Estas
personas han arrastrado los zapatos por la historia revolucionaria, hasta hoy,
cuando son ellos los que temen el caos de una manifestación, o hablan de la
lucha de clases sin hacer referencia a lo revolucionario del rechazo de las
restricciones en la vida cotidiana. Se estremecen ante la idea de que las ideas
o las personas que las sostienen puedan salirse de control. Para los
autoproclamados expertos en cambio social, la demostración más eficaz es
aquella con un mensaje claro y único, una audiencia clara y un guion
planificado de antemano, preferiblemente un guion escrito por ellos.
¿Imitaremos a estas máquinas
políticas? ¿Anhelamos ser un Estado? La versión izquierdista de la máquina
volverá a pulir las diferencias para crear un producto final: el fin de la Historia,
la Utopía, la Revolución. Las máquinas consumen nuestra vitalidad y contribuyen
al decaimiento tan extendido en nuestras comunidades. Un envío masivo de
correos puede ser más eficiente que hablar con extraños o montar un puesto de
limonada en el parque, pero no es necesariamente más eficaz. Hay algo que decir
a favor de tomar la ruta larga de un punto a otro.
Cada vez que dejamos nuestros
problemas para que los solucionen expertos, cedemos un poco más de autonomía.
Los jueces, los científicos, los políticos, los policías, los banqueros: son
los motores de la eficiencia. Sus herramientas nunca podrán transformar
nuestras relaciones o nuestra sociedad; solo calcifican y endurecen los aspectos
jodidos que ya tenemos. En su mundo siempre habrá consumidores y consumidos,
prisioneros y captores, deudores y accionistas. Los pequeños dinosaurios, que
desafían a los grandes, pueden querer cambiar el mundo, pero lo harán de
acuerdo con un plan maestro escrito no por usted ni por mí, sino por expertos
en sillones.
*Food not bombs
(Comida, no bombas) es una red de colectivos independientes que sirven
-de manera gratuita- comida vegana y vegetariana a personas en distintas partes
del mundo. La ideología de Foo not Bombs exoresa que una gran cantidad de
prioridades -de las grandes corporaciones y los gobiernos gobernados por las
primeras- están implementadas de modo tal que el hambre persiste siempre.
Existe abundancia, pero existe hambre a la vez. Como una manera de probar esto,
y a la vez de reducir gastos, un gran porcentaje del alimento servido por Food
not Bombs es alimento sobrante de supermercados, panaderías y mercados, que, de
otra forma, irían a la basura.
en Anarchy in the age of
dinosaurs, 2003
Traducción: Felipe Segoviano