Señor, nuestro destino está escrito desde el principio.
¿Cómo hubiéramos podido negamos a él?
Sometidos a él estamos,
y sin más abrigo que tu misericordia.
Oh, Dios, nuestro señor, que quieras ampararnos con ella
sin desamparar a ninguno de los que somos tus siervos.
en Poesía y Crítica, 1991
Originalmente publicado en Revista Vuelta, Nº 6, mayo, 1977