Es odioso que un joven bien educado, al visitar a una mujer de
clase inferior la llame por su nombre en voz tan alta que todos se enteren de
que los dos sostienen una relación íntima. Por más que sepa bien su nombre,
debe pronunciarlo de modo que parezca haberlo olvidado. Por otra parte, esto
quedaría mal si visita de noche a una dama de honor. En semejante ocasión, debe
llegar acompañado por un servidor que llame a la dama, un servidor del Palacio
Imperial, si ella está ahí, o alguien de la Sala de Servidores, porque si la
llama él mismo, su voz puede ser reconocida. Si va a visitar a una sirvienta o
a una persona subalterna, semejante precaución es innecesaria.
en
El libro de la almohada, año 1000
aproximadamente