Es probable que los propagandistas del futuro sean
los químicos y fisiólogos, además de los escritores. Un sello con tres cuartos
de gramo de doral y tres cuartos de miligramo de escopolamina producirá en la
persona que lo ingiera un estado de absoluta maleabilidad psicológica, semejante
a la de un sujeto sometido a hipnosis profunda. Cualquier sugestión inculcada
al paciente mientras se encuentra en este trance inducido por medios
artificiales penetra hasta lo más profundo del inconsciente y puede generar una
modificación permanente de las formas habituales de pensar y sentir. En
Francia, donde se ha utilizado esta técnica en forma experimental durante
varios años, se ha comprobado que dos o tres sesiones de sugestión bajo los
efectos del doral y de la escopolamina incluso pueden modificar los hábitos de
las víctimas del alcohol y de irreprimibles adicciones sexuales. Una
peculiaridad de la droga consiste en que la amnesia subsiguiente es
retrospectiva: el paciente no guarda recuerdos de un período que empieza varias
horas antes de la administración de aquella. Tomen a un hombre desprevenido y
háganle ingerir un sello. Recuperará la conciencia firmemente convencido de todas
las sugestiones que le habrán inculcado durante su estupor y totalmente ajeno a
la forma en que se ha producido esta asombrosa conversión. Un sistema de
propaganda que combine la farmacología con la literatura debería ser completa e
infaliblemente eficaz. Esta es una idea tremendamente inquietante...
1936
en
Moksha (Antología), 1977