21/9/21

El aciago destino del poeta, por Ambrose Bierce





Caminaba un Objeto por la calzada real envuelto en una profunda meditación y con poco más puesto cuando de repente se encontró a las puertas de una extraña ciudad. Al solicitar permiso para entrar lo arrestaron por transgredir las ordenanzas y lo llevaron ante el Rey.
 
—¿Quién eres —preguntó el soberano— y a qué te dedicas?
—Narizota, el Ratero —se apresuró a inventar el Objeto—; carterista.
 
El Rey iba a dar la orden de que lo dejaran en libertad cuando el Primer Ministro sugirió que examinaran los dedos del prisionero. Descubrieron que tenía las puntas muy aplanadas y encallecidas.
 
—¡Ja! —exclamó el Rey—. Ya lo sabía: es adicto a contar sílabas. Es un poeta. Llevadlo ante el Disuasor Supremo del Hábito Mental.
 
—Mi señor —dijo el Inventor de Castigos Ingeniosos—, me permito sugerir un infortunio más intenso.
—¿Cuál? —preguntó el Rey.
—¡Dejarle esa cabeza!
 
Fue lo que se ordenó.



en 99 fábulas fantásticas, 2010
Primera edición: Fantastic fables, 1899