A Esteban Cárdenas
—Viejo, perdóname que te moleste a esta hora, me da una pena del carajo, pero vengo de Holguín, y me bajé aquí en Camagüey para pedirte el abrigo. Vaya, ya tú lo has disfrutado bastante, son más de cuatro años, y a mí me hace falta ahora. Me tengo que ir en el tren de las cinco de la mañana.
—Esto es increíble, Loquillo —empecé a decir, pero él me interrumpió de inmediato.
—Yo sé que fue un regalo, yo sé que es tuyo. Pero me hace falta para un birne, una envolvencia, va a ser nada más que por un par de meses, te lo juro. Yo te lo traigo cuando cuadre la caja. Es un negocio con Kico, el pajarito, tú lo conoces, el de Holguín...
—Está bien, Loquillo —le dije— no me expliques nada. Déjame buscarte el abrigo, y de paso te voy a acompañar a la estación.
—Viejo, tú eres completo, tú eres un tipo completo —me repitió como mil veces durante el camino.
en Las
sombras en la playa, 1992