Analizando el problema en forma
objetiva, el tonel y la espita forman el todo, la integridad. Digamos, los 500
litros de vino que al comenzar a desintegrarse van urdiendo malsanos propósitos,
la lengua suelta que salta aquí y allá, dentro y fuera de la conciencia, los
entretelones de la intimidad, aventuras, esa tarde cuando vaciamos varios
decalitros y después por esas palabras que nacen al margen de las acciones,
hubo un malentendido y sacamos a relucir los cuchillos y se produjo el choque y
en el duelo nos tajeamos ante la sorpresa de los testigos y en esa forma se
abrieron dos espitas: una para los parroquianos que pedían apagar el incendio
y se lo tomaban de un solo trago y luego el caso nuestro, en que el líquido
después de dar un largo circuito desde la boca hasta las avenidas más sombrías
del estómago terminó por último manchando el suelo ante la ira del empleado
que atendía el bar clandestino. Nuestro mutuo crimen y sus consecuencias lo
obligó a retirar el letrero que decía: “AQUÍ SE VENDE VINO A ESCONDIDAS”.
en Epifanía
cruda, 1974