2/12/21

Meditación en una borrachería, por Alfonso Alcalde





Analizando el problema en forma objetiva, el tonel y la espita forman el todo, la integridad. Digamos, los 500 litros de vino que al comenzar a desintegrarse van urdiendo malsanos propósi­tos, la lengua suelta que salta aquí y allá, dentro y fuera de la conciencia, los entretelones de la intimidad, aventuras, esa tarde cuando vaciamos varios decalitros y después por esas palabras que nacen al margen de las acciones, hubo un malentendido y sacamos a relucir los cuchillos y se produjo el choque y en el duelo nos tajea­mos ante la sorpresa de los testigos y en esa forma se abrieron dos espitas: una para los pa­rroquianos que pedían apagar el incendio y se lo tomaban de un solo trago y luego el caso nuestro, en que el líquido después de dar un lar­go circuito desde la boca hasta las avenidas más sombrías del estómago terminó por último man­chando el suelo ante la ira del empleado que atendía el bar clandestino. Nuestro mutuo cri­men y sus consecuencias lo obligó a retirar el letrero que decía: “AQUÍ SE VENDE VINO A ESCONDIDAS”.



en Epifanía cruda, 1974