La manipulación social es clave para
conseguir el dominio mental. Este, a su vez, contribuye al dominio mundial.
Existen muchos procedimientos para
engañar a la mente de los que nadie está a salvo, y de los que los poderosos se
aprovechan descaradamente con fines principalmente económicos y/o políticos.
Nuestra mente es un codiciado tesoro, el Santo Grial de la manipulación.
Podemos resignarnos a pensar que debe ser así, sin remedio. O empezar a
entrenar nuestra mente y a despertar nuestros sentidos. Ningún esfuerzo es en
vano si conduce a una gran meta. Y el primer paso consiste en conocer en
detalle las diferentes estrategias de manipulación social.
La tranquila rana hervida
Imaginemos que metemos una rana en una
cazuela llena de agua fría; nadará tranquilamente. Si vamos calentando el
recipiente a fuego lento, lo normal es que el animal no se dé cuenta y siga
flotando apaciblemente. La temperatura sigue aumentando y, aunque ya no sea la
ideal para la rana, más que malestar, se adormece con gusto. Una vez que el
agua está demasiado caliente, al batracio ya no le agrada la situación, pero su
estado de debilidad le impide rebelarse y escapar. Pronto, estará hervida. Esta
metáfora demuestra que el deterioro, si es lento, nos pasa inadvertido y no
suscita oposición ni resistencia; ninguna rebeldía. Tal y como ocurre con la
lenta deriva de la sociedad, a la que nos vamos acostumbrando sin chistar. Las
peores aberraciones, los recortes de libertad y los atropellos a nuestra
privacidad y nuestros valores se han llevado a cabo de forma subliminal y
discreta. Y los hemos aceptado como víctimas a las que les pasa inadvertido el
daño que se les está imponiendo. El agua se calienta a través de técnicas y
herramientas que apelan, todas ellas, a nuestras emociones, lo más débil de
nuestro sistema.
¿Manipulado yo? ¡Imposible!
Quien diga que no está manipulado se
equivoca. Todos estamos sometidos a un constante influjo de opiniones y
estímulos que moldean nuestra visión y pensamiento a lo largo de nuestra vida.
Una persona puede ser más o menos consciente de las estratagemas de
manipulación presentes en la sociedad, volverse un escéptico crónico y dudar de
cuanto reciba a través de sus cinco sentidos o esforzarse más o menos por leer
entre líneas y descifrar intereses ocultos. Aun así, no dejará de estar sujeta
a influencias externas, de un modo u otro.
Ahora bien, ¿quién está detrás de esos
influjos y qué objetivos persigue? Esa es siempre la gran pregunta. Y,
precisamente, el éxito de las campañas de manipulación, sean de la índole que
sean, radica en conseguir que los sujetos manipulados no se den cuenta del
engaño, ni cómo ni quién lo realiza. Todavía mejor, que piensen que la idea o
la decisión son propias. O bien que estén profundamente convencidos de que el
objetivo es su seguridad o bienestar. Lo cierto es que estamos ante una
imparable guerra psicológica, universal y constante, de la que nadie se libra.
Se busca el aplanamiento de la sociedad, la normalización del silencio.
Existes, te entretienen
El
primer principio del control mental es la distracción.
Steven
Jacobson
La clave para conseguir el control
mental de la población es entretener y distraer. En otras palabras: que nadie
piense en aquello que no interesa. En su día, la religión fue considerada el
opio del pueblo. Hoy en día, la misma metáfora es válida para el fútbol o los
programas de farándula. Todos desempeñan el mismo papel: distraernos de las
decisiones y cuestiones que realmente tienen un impacto decisivo sobre nuestras
vidas. Mientras miramos para otro lado, y más si encima nos sentimos felices,
con estímulos que agradan a nuestros sentidos, nuestra mente subconsciente
queda desprotegida. Así resulta mucho más fácil negociar con nuestras vidas a
nuestras espaldas y convencernos de que lo que nos muestran es la única realidad,
la única verdad. Lo que pasa fuera de las pantallas, fuera de los estadios de
fútbol, lo que no entra en las líneas de los periódicos, no existe. Y, sin
embargo, es precisamente eso lo que maneja el mundo, lo que maneja nuestro
presente y nuestro futuro.
Pan y Circo: Un lema inmortal
Ya en tiempos de los romanos, se
idearon los tan exitosos circos como forma de tranquilizar, entretener y dar un
motivo de gozo a la población. La arena en la que peleaban y morían los
gladiadores ha evolucionado a lo largo de los siglos hacia muy diversas formas,
pero sin perder su esencia y objetivo. Ahora cubrimos nuestro deseo de
violencia con películas y videojuegos. Y nos desinhibimos y olvidamos de los
problemas rutinarios a través de la música, el alcohol o las drogas. Estas
fuentes de placer inmediato, y aparentemente inocuo, hacen realidad los sueños
de los que aspiran a convertirnos en seres dóciles y a controlar nuestras
mentes.
La plaga del entretenimiento estéril
Les gusta. Es ligero, sencillo, infantil.
Siete horas y media de mínimo
esfuerzo, y después de la ración de soma,
los juegos, la copulación sin
restricciones y el sensorama.
Aldous
Huxley
Una metáfora popular, la de la vasija
y las piedras, nos enseña a priorizar la atención a las cosas valiosas de la
vida y darles su verdadero significado. Si la vasija se comienza a llenar con
las piedras más grandes, quedarán huecos entre ellas que permitan la llegada de
otras más pequeñas. Este ciclo se repite hasta que no caben más piedras. En ese
momento todavía habrá resquicios que permitan ser completados con fina arena. Y
cuando parezca que el recipiente ha llegado al límite de su capacidad, aún será
capaz de aceptar agua. Entonces, finalmente, sí se habrá ocupado todo el
espacio de la vasija. La vida entonces será plena, pues las piedras más
grandes, lo que de verdad importa, lo trascendente, han ocupado el lugar
prioritario que les corresponde, siendo paulatinamente acompañadas con los
complementos que, sin ser esenciales, las complementan. Terminando por los
placeres temporales, simbolizados por la arena y el agua, que, aun siendo
superfluos, nos resultan satisfactorios.
El problema surge cuando el proceso se
invierte. Si llenamos primero nuestro recipiente de agua y arena, lo más que
podría cabernos son pequeñas piedras antes de derramarse el contenido. Pero
jamás habrá sitio para lo valioso, lo esencial de la vida. Esto es lo que nos
sucede al dejarnos atrapar por lo banal, lo superfluo, lo cómodo, lo
intrascendente, el placer efímero, el materialismo, el relativismo. Nos quieren
llenar la vasija solo con espuma, con líquido carente de sustancia alguna, sin
dejar espacio a lo que nos dignifica y nos hace personas. La esencia, lo que
deja poso, queda reservada para las élites dominantes.
Lo único cierto es que, si nos colman
de entretenimiento estéril, jamás podremos adquirir conocimientos
enriquecedores que nos permitan construir nuestro propio pensamiento crítico,
dudar de las permanentes imposiciones. Con gran habilidad, consiguen que
confundamos estar entretenidos con estar informados. Pero no es así, no estamos
bien informados y, aún menos, formados. Y a eso vamos, a que nos llenen la
vasija de agua y arena. Y cuando alguien lo consigue, los ciudadanos perdemos.
Nada mejor que la televisión
para distraer
En
la televisión se establece poco a poco
la
engañosa ilusión de que ver es comprender.
Ignacio
Ramonet
Ninguna duda cabe de que la televisión
sigue siendo el principal instrumento de distracción de la sociedad, y todo lo
que vemos en la pantalla tiene un impresionante efecto en nuestra percepción.
Por tanto, se ha convertido en uno de los mejores aliados para la tiranía de
las élites, pues es mucha la gente que no accede a ninguna otra fuente de
información. En el caso de España, en 2019, un 86% de la población residente
vio la televisión cada día del año.[1] Más concretamente, el 70,7% la ve
diariamente una media de casi cuatro horas.[2] Otros estudios apuntan a cifras
aún más altas: los mayores de dieciocho años de edad verían cinco horas y media
de televisión al día. En todo caso, son datos muy llamativos. De hecho, las
últimas encuestas señalan que, en los países más avanzados, las personas
emplean más horas viendo televisión y videos que durmiendo. Es el paradigma de
la «distracción ocupacional» de la que habla Pedro Rocamora en su obra Psicología
de la sugestión en Freud.
Por otro lado, lo cierto es que, por
muchos años que alguien invierta en llevar a cabo un trabajo crucial para la
humanidad, pasará desapercibido si no sale en pantalla. Por el contrario, basta
con aparecer en la «caja tonta» para encumbrarse, por poco mérito que tenga la
persona. De ahí que la televisión sea un objetivo permanente para las élites
dominantes como mecanismo perfecto de manipulación.
Sintonizar nuestro pensamiento
Catherine Austin Fitts, quien fuera
subsecretaria de Vivienda y comisionada federal de Vivienda con George Bush
padre, confesó haber sido testigo, en 1984, de una conversación que le cambió
la vida. Mientras trabajaba en Wall Street, escuchó a varios ejecutivos
comentar que la tecnología de sincronización de las ondas cerebrales estaba a
punto de ser desplegada a través de las señales de televisión. Esta técnica
está fundamentada en la capacidad del cerebro para sincronizar las frecuencias
de las ondas que emite con las de estímulos externos, especialmente recibidos
por vía auditiva, visual o táctil. Según el grado de influencia de dichos
estímulos, las frecuencias pueden llegar a inducir un estado de conciencia
concreto y previamente preparado.
Técnicas como esta permitirían
aumentar considerablemente el poder de persuasión de la televisión. Y no solo
en términos comerciales, sino también para condicionar las decisiones políticas
o inducirnos a un comportamiento pasivo. Desde entonces, Fitts no volvió a
encender el televisor.[3] Y si eso ocurría en los años ochenta del siglo
pasado, ¿qué técnicas de persuasión y control se habrán desarrollado desde
entonces?
De hecho, hoy en día, el Instituto
Monroe —fundado por Robert Monroe, pionero en la teoría de la sincronización de
las ondas cerebrales— ofrece lo que denomina «programas educativos
experimentales cuyo objetivo es la exploración personal de la consciencia
humana».[4] A través de patrones de sonido, generan sensaciones de tranquilidad
o felicidad, e incluso, según dicen, eliminan malos hábitos. Si alguien puede
decidir cómo nos debemos sentir y qué hábitos son los correctos para nosotros
simplemente haciendo llegar un sonido concreto a nuestros cerebros, ¿qué no
conseguirán a través de los múltiples aparatos electrónicos que utilizamos a
diario, comenzando por los omnipresentes televisores?
Notas
2. García, F. (2006) El secuestro de la
mente. Espasa, Madrid. P. 35.
en El dominio mental. La geopolítica de la mente, 2020