Hipoclorito escuchó en una discusión
callejera relacionada con que la tierra no era redonda, sino plana,
absolutamente plana. Luego observó en la televisión que existía un grupo de
personas que se hacían llamar los “terraplanistas”, quienes sostenían, con
pasión y vehemencia, que Cristóbal Colón se había equivocado y que, no
importando otras razones, nuestro planeta era igual a la mesa sobre la cual él
se disponía a disfrutar de su merienda. Aun considerando su glacial silencio, a
Hipoclorito le aterrorizó la idea de que llegando al borde de esta superficie
todo se precipitaba en caída libre sobre el universo, en una especie de
precipicio sin fin, acaso eterno.
Asentada en él una duda inquietante, buscó
en libros y almanaques, encontrando información sobre lo que se conoce como el
“Gran vacío”, título con el que se denomina al espacio exterior y del cual se
desconoce todo, o casi todo. Al continuar con la lectura descubrió que dentro
de este cosmos infinito existían lugares como el planeta Oscuridad Eterna (432hz),
el que, de los observados, era el planeta más oscuro. Asimismo, le llamó la
atención el denominado Planeta Infierno (55 Carcri), llamado así porque, teniendo
dos caras, la diurna se muestra cubierta de lava fundida, a 2400 grados
centígrados, y la nocturna, donde la oscuridad lo cubre todo, con una
temperatura ambiente de solo 1000 grados centígrados. Otro planeta que le
pareció particular fue el Planeta Malsueño (Hd-189733), en el que los vientos
azotan la superficie a más de 8000 kilómetros por hora y llueven cristales por
todas partes.
Frente a esta realidad externa de la
Tierra, tan devastadora y extrema, consideró que debía sentirse afortunado de
vivir en un planeta plástico y ruidoso, en el que los días transcurrían similares,
unos detrás de otros, llenando los océanos con basura, el cielo con toda clase
de toxinas y arrasando con la mayor parte de los bosques existentes.
“El problema no es que entendamos
nuestros actos, por más irracionales que estos sean, sino más bien, el que
aceptemos las razones que los originan”, reflexionó.
Transcurridas varias semanas, y tomando
conciencia del real estado de las cosas, Hipoclorito atisbó la monstruosidad de
su propia indiferencia; y la del resto. Recordó con tristeza la funesta visión
que su abuela le había mencionado unas semanas atrás: ”Cuando hayamos
contaminado y devastado por completo nuestro planeta, vendrán las cucarachas y
lo heredarán todo”.
Así, motivado por los libros y los gravísimos
errores de Colón, decidió ponerle fin a todo. Fabricó una maleta con frazadas
viejas y dispuso dentro una vieja cantimplora, un simplificado mapa del planeta
y dos sandías, partiendo hacia el fin de la Tierra curva: “un concepto
maquiavélico”, en sus palabras. Con la mente en blanco, cerró la puerta tras de
sí y partió su viaje hacia el borde mismo de las cosas, para encontrarse de
frente al Gran Vacío y dar el paso hacia lo que él pensaba sería un vuelo
eterno, feliz, agradecido.
Inédito,
2019