Sobre La
Concentración, de Martín Cinzano
La
escritura de Martín Cinzano vuelve a introducirnos en ese entramado de
recuerdos, visiones, resacas e ilusiones de historias que aparecen como
revelados en sepia: retazos; el foco puesto en detalles decidores que dejan
entrever una realidad desvanecida. Una mirada burlona de la adolescencia y la
primera juventud, parece ser el hilo conductor de esta serie de cuentos
titulado La Concentración; de esa juventud de la que todos somos parte y de la
cual nadie ha terminado de salir. De esa que titila en el límbico personal como
idealizaciones o desastres, siempre enormes, pero latentes y que nos
constituyen hoy. El magnetismo de La Concentración esta ahí, pienso; en el
retorno a esos años, a la libertad de exploración de aquel entonces, de la mano
de una voz desenfadada, maestra en el detalle y el silencio, para dejarnos
configurar cuadro a cuadro una anécdota pueril, pero ruda.
El
escenario de dictadura, policías, exilio y muerte le permiten a Cinzano hablar
de personajes parecidos en todo a un Chile que dejó ya de ser; una sensación de
extrañamiento en tono irónico. Plagado de chilenismos, de humor negro, el texto
que da nombre al volumen toca esa herida: un Víctor Jara pide fuego a un
muchacho beisbolista en el estadio Chile. Escena bipolar, tanto por la
fantasmagoría del cantante como por el juego norteamericano del muchacho.
El
oficio del librero, del lector y del recordador se entremezclan en estos
relatos, voz que ¿juega? permanentemente entre el registro del ayer, el de la
ficción y el del cronista. Quizá sea este registro uno de los aspectos más
cautivantes: la lectura como ejercicio de recordar en voz de otros esos
vestigios del desastre de un Chile traumatizado. Su lengua, su gente, sus
costumbres, su humor desvanecidos día a día; una generación de jóvenes que atrapados
entre el sueño y la ruina heredan a sus hijos el desencanto como actitud vital.
Hijos que se extravían en un viaje a la nada, “entre Tongoy y Los Vilos”, en
“Puerto oscuro”, nuevamente Chile, destino inexcusable, quién sabe por cuántas
generaciones más.
Un
último apunte: el ejercicio de la escritura consciente de un discurso lábil describe,
a mi juicio, este volumen. Desafía permanentemente al lector a comprender las
claves y recoger las migajas que nos llevarán de vuelta al centro de la
ficción. Nada inocente es la alusión a cuentos robados, nombres duplicados e
historias de otros, con otros y de sí mismo: finalmente un otro, instalado en
un ayer que se salva del olvido perpetuo gracias a la escritura de un tal
Martín Cinzano, el seudónimo de otro.
Santiago de Chile, 27 del
marzo (en el segundo año de la peste)
Fotografía: Archivo G0 Ediciones