29/3/21

El seudónimo del otro, por Bárbara Llanó





Sobre La Concentración, de Martín Cinzano

La escritura de Martín Cinzano vuelve a introducirnos en ese entramado de recuerdos, visiones, resacas e ilusiones de historias que aparecen como revelados en sepia: retazos; el foco puesto en detalles decidores que dejan entrever una realidad desvanecida. Una mirada burlona de la adolescencia y la primera juventud, parece ser el hilo conductor de esta serie de cuentos titulado La Concentración; de esa juventud de la que todos somos parte y de la cual nadie ha terminado de salir. De esa que titila en el límbico personal como idealizaciones o desastres, siempre enormes, pero latentes y que nos constituyen hoy. El magnetismo de La Concentración esta ahí, pienso; en el retorno a esos años, a la libertad de exploración de aquel entonces, de la mano de una voz desenfadada, maestra en el detalle y el silencio, para dejarnos configurar cuadro a cuadro una anécdota pueril, pero ruda.

El escenario de dictadura, policías, exilio y muerte le permiten a Cinzano hablar de personajes parecidos en todo a un Chile que dejó ya de ser; una sensación de extrañamiento en tono irónico. Plagado de chilenismos, de humor negro, el texto que da nombre al volumen toca esa herida: un Víctor Jara pide fuego a un muchacho beisbolista en el estadio Chile. Escena bipolar, tanto por la fantasmagoría del cantante como por el juego norteamericano del muchacho.

El oficio del librero, del lector y del recordador se entremezclan en estos relatos, voz que ¿juega? permanentemente entre el registro del ayer, el de la ficción y el del cronista. Quizá sea este registro uno de los aspectos más cautivantes: la lectura como ejercicio de recordar en voz de otros esos vestigios del desastre de un Chile traumatizado. Su lengua, su gente, sus costumbres, su humor desvanecidos día a día; una generación de jóvenes que atrapados entre el sueño y la ruina heredan a sus hijos el desencanto como actitud vital. Hijos que se extravían en un viaje a la nada, “entre Tongoy y Los Vilos”, en “Puerto oscuro”, nuevamente Chile, destino inexcusable, quién sabe por cuántas generaciones más.

Un último apunte: el ejercicio de la escritura consciente de un discurso lábil describe, a mi juicio, este volumen. Desafía permanentemente al lector a comprender las claves y recoger las migajas que nos llevarán de vuelta al centro de la ficción. Nada inocente es la alusión a cuentos robados, nombres duplicados e historias de otros, con otros y de sí mismo: finalmente un otro, instalado en un ayer que se salva del olvido perpetuo gracias a la escritura de un tal Martín Cinzano, el seudónimo de otro.



Santiago de Chile, 27 del marzo (en el segundo año de la peste)
Fotografía: Archivo G0 Ediciones