12/9/22

Recortes de Flamenco, por Carlos Almonte





Tus contornos, el postrero alarde que acarició las madrugadas. He murmurado el epitafio, las palabras de un coro prolijo de dementes hacinados. No creo en la distancia y el tiempo; acariciar figuras de piedra, un terciopelo que vive. Acariciar la luz de un invierno que se extingue es acariciar una palabra que se extingue, por sí sola. Corres hacia orillas, te ahogas entre cientos de colores, en llanuras, miradas o espacios inasibles. Caricias y gritos y demolición de angustias imperfectas de caminos que no terminan de doler, de final y de distancias que refieren tu cuerpo frío y reluciente. Es la locura de los que cerraron sus alas como cascabeles de serpiente vegetal. Todo cae, lentamente, disgregándose en porciones. Atraviesa follajes inmensos y se desplaza hacia el encuentro, el absurdo encuentro de dos seres que, irremediablemente, se pierden en medio de la luz. Dios es un ojo, que en plena oscuridad observa un desierto hipnotizado de pirámides en flor. Duermo sobre el riel de una cabaña fresca, el áspero aire de la eterna planicie. Los helechos se adivinan detrás de cada roca, en aquellas oraciones que regresan del mar, de lo más profundo del mar. La copa es un contorno liberado, el clamor de emociones que regresan volcando la mirada, como una gaviota dejándose llevar por la brisa y la espuma.




en Flamenco es un sueño, 2008

Reorganización 23a, 2022