11/5/08

Frente al pueblo de las nubes inquietantes..., por Juan Carlos Basualto






Sube el tiempo hasta la cima,
esparciendo sobre ella el inservible resto;
entre cuerdas, trenzas, kilos-toneladas,
se dibujan ásperos caminos,
inservibles...


Corre, salta, grita;
el peor de todos los recuerdos
reaparece
entre el cándido temblor de los gusanos.


El descenso es infinito,
rueda entre sus piernas que aceleran
a igual velocidad:
troncos hechos trizas,
frágiles canciones de odio y asesinos.


Llega el agua en las riberas más cercanas,
pies de barro a la altura de rodillas blancas,
aguas blancas,
espumas, nubes, cielos estrellados,
el cuerpo suda un líquido en frescor amargo.


Más allá de aquella noche,
el viento sopla desde abajo.


Se recuesta en lo imposible,
tranquiliza el ánimo y la espalda,
cuatro rayos han pasado frente a él,
cuatro más lo esperan
desde un pequeño e insípido metálico.


Es así,
la batalla se ha perdido, o tal vez ganado,
ya no importa;
sólo queda el cielo entre las nubes y esa voz enorme,
deforme-infame,
anquisolada que reprende y aniquila...


Más allá de aquel descenso,
el viento sopla desde todas partes...