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9/12/19

Miami, por Reinaldo Arenas





La Universidad Internacional de la Florida me invitó a dar una conferencia el primero de junio de 1980. La titulé «El mar es nuestra selva y nuestra esperanza» y hablé por primera vez ante un público libre. Junto a mí estaba Heberto Padilla; él habló primero. Realmente, su caso fue penoso; llegó absolutamente borracho a la audiencia y, dando tumbos, improvisó un discurso incoherente y el público reaccionó violentamente contra él. Yo sentí bastante lástima por aquel hombre destruido por el sistema, que no podía encararse con su propio fantasma, con la confesión pública que había hecho en Cuba. En realidad, Heberto nunca se recuperó de aquella confesión; el sistema logró destruirlo de una manera perfecta, y ahora parecía que hasta lo utilizaba.

Desde que comencé a hacer declaraciones contra la tiranía que había padecido durante veinte años, hasta mis propios editores, que habían hecho bastante dinero vendiendo mis libros, se declararon, solapadamente, mis enemigos. Emmanuel Carballo, que había hecho más de cinco ediciones de El mundo alucinante y nunca me había pagado ni un centavo, ahora me escribía una carta, indignado, donde me decía que en ningún momento yo debí haber abandonado Cuba y, por otra parte, se negaba a pagarme; todo eran promesas, pero el dinero nunca llegó, pues aquélla era una manera muy rentable de practicar su militancia comunista. Ese fue también el caso de Ángel Rama, que había publicado un libro de cuentos mío en Uruguay; en lugar de escribirme una carta al menos para felicitarme por haber salido de Cuba, porque él sabía la situación que yo tenía allí, por cuanto nos vimos en Cuba en el año 1969, publicó un enorme artículo en el diario El Universal de Caracas titulado: «Reinaldo Arenas hacia el ostracismo». Rama decía en aquel artículo que era un error que yo hubiese abandonado el país, porque todo se debía a un problema burocrático; que ahora estaría condenado al ostracismo. Todo aquello era extremadamente cínico; era ridículo, además, aplicado a alguien que desde 1967 no publicaba nada en Cuba y que había sufrido la represión y la prisión dentro de aquel país, donde sí estaba condenado al ostracismo. Comprendí que la guerra comenzaba de nuevo, pero ahora bajo una forma mucho más solapada; menos terrible que la que Fidel sostenía con los intelectuales en Cuba, aunque no por ello menos siniestra. Para colmo, sólo se me pagó nada más que mil dólares por las versiones francesas de mis novelas, después de innumerables llamadas telefónicas.

Nada de aquello me tomó por sorpresa; yo sabía ya que el sistema capitalista era también un sistema sórdido y mercantilizado. Ya en una de mis primeras declaraciones al salir de Cuba había dicho: «La diferencia entre el sistema comunista y el capitalista es que, aunque los dos nos dan una patada en el culo, en el comunista te la dan y tienes que aplaudir, y en el capitalista te la dan y uno puede gritar; yo vine aquí a gritar».



en Antes que anochezca, 1992











15/10/19

El Gran Vacío, por Ariel Rioseco





Hipoclorito escuchó en una discusión callejera relacionada con que la tierra no era redonda, sino plana, absolutamente plana. Luego observó en la televisión que existía un grupo de personas que se hacían llamar los “terraplanistas”, quienes sostenían, con pasión y vehemencia, que Cristóbal Colón se había equivocado y que, no importando otras razones, nuestro planeta era igual a la mesa sobre la cual él se disponía a disfrutar de su merienda. Aun considerando su glacial silencio, a Hipoclorito le aterrorizó la idea de que llegando al borde de esta superficie todo se precipitaba en caída libre sobre el universo, en una especie de precipicio sin fin, acaso eterno.

Asentada en él una duda inquietante, buscó en libros y almanaques, encontrando información sobre lo que se conoce como el “Gran vacío”, título con el que se denomina al espacio exterior y del cual se desconoce todo, o casi todo. Al continuar con la lectura descubrió que dentro de este cosmos infinito existían lugares como el planeta Oscuridad Eterna (432hz), el que, de los observados, era el planeta más oscuro. Asimismo, le llamó la atención el denominado Planeta Infierno (55 Carcri), llamado así porque, teniendo dos caras, la diurna se muestra cubierta de lava fundida, a 2400 grados centígrados, y la nocturna, donde la oscuridad lo cubre todo, con una temperatura ambiente de solo 1000 grados centígrados. Otro planeta que le pareció particular fue el Planeta Malsueño (Hd-189733), en el que los vientos azotan la superficie a más de 8000 kilómetros por hora y llueven cristales por todas partes.

Frente a esta realidad externa de la Tierra, tan devastadora y extrema, consideró que debía sentirse afortunado de vivir en un planeta plástico y ruidoso, en el que los días transcurrían similares, unos detrás de otros, llenando los océanos con basura, el cielo con toda clase de toxinas y arrasando con la mayor parte de los bosques existentes.

“El problema no es que entendamos nuestros actos, por más irracionales que estos sean, sino más bien, el que aceptemos las razones que los originan”, reflexionó.

Transcurridas varias semanas, y tomando conciencia del real estado de las cosas, Hipoclorito atisbó la monstruosidad de su propia indiferencia; y la del resto. Recordó con tristeza la funesta visión que su abuela le había mencionado unas semanas atrás: ”Cuando hayamos contaminado y devastado por completo nuestro planeta, vendrán las cucarachas y lo heredarán todo”.

Así, motivado por los libros y los gravísimos errores de Colón, decidió ponerle fin a todo. Fabricó una maleta con frazadas viejas y dispuso dentro una vieja cantimplora, un simplificado mapa del planeta y dos sandías, partiendo hacia el fin de la Tierra curva: “un concepto maquiavélico”, en sus palabras. Con la mente en blanco, cerró la puerta tras de sí y partió su viaje hacia el borde mismo de las cosas, para encontrarse de frente al Gran Vacío y dar el paso hacia lo que él pensaba sería un vuelo eterno, feliz, agradecido.



Inédito, 2019











25/4/18

“Porque allí vive mi corazón”, por Raúl Zurita






Arrasado, acosado por las aguas
por los sueños en que sólo a ti te busco
Flores cruzaron los torrentes
y más aun se angostan
los puentes cuando te alejas
Han cambiado su curso los ríos
y ya luego correrán sobre el cielo
Así también habrán de subir los grandes imperios
y el deseo
entre las zarzas ardientes de tus orillas

Allí vive mi corazón,
donde se quiebran estos ríos
y únicamente tú eres su curso

            sólo tú navegas



en Canto de los ríos que se aman, 2010

(1ª reimpresión de la 1ª edición)
 












29/3/18

Gracias Gracián, por Carlos Decap





A mi amigo Carlos Cociña


Los panarras buenos hombres amenistas
Lisonjeros sencillos y buenas pastas
Se hicieron a la banda de ultramar
Persegidos por un aforismo
Poco importa la honra antigua
Si la infamia es moderna
Ahora se reirían de esa vejedad
Por último lo más apropiado era callar
Y escuchar a Gracián
Y callemos con gracia.



en Mal pasajero, 2017










6/3/18

Las Lenguas, por George Oppen




 
(Las lenguas)
de la apariencia
hablan en el inevitable
viaje inmenso
viaje algo se pierde con negar
esa fuerza los momentos los años
incluso de muerte perdidos
al negar
esa fuerza      las palabras
fuera de ese remolino propias
y no propias extrañas
palabras que lo rodean



en George Oppen: poesía, ensayo y entrevistas, 2012

(Traducción de Kurt Folch)

Originalmente en Primitivo, 1978










5/2/18

Guasa, por Bernardo Navia




 
Abundio Macías estaba seguro de que moriría pronto.

No estaba enfermo. De hecho, robusto y metódico en sus costumbres, había gozado siempre de buena salud.

No tenía problemas serios con nadie (lo que tal vez habría supuesto la mórbida acción tal vez de algún enemigo, miembro del hampa o no). De hecho, hasta había sido reconocido alguna vez por el propio alcalde de su ciudad como citadino ejemplar.

No era hipocondriaco. De hecho, se había caracterizado siempre por una actitud mental y física decididamente positivas y sobresalientes.

Abundio Macías tampoco sufría de depresión, ni mucho menos. De hecho, siempre se había caracterizado por una sonrisa a flor de labios. Hasta se podría decir que era optimista, a pesar de su seguridad inamovible de que moriría pronto.

“Los dioses tienen un sentido del humor extraño”, solía decir la abuela de Abundio cuando éste, siendo un niño, insistía desde ya en mencionar la seguridad de su fin cercano (a veces, en contextos que no tenían nada que ver; en medio de una cena familiar, por ejemplo). Era entonces que su abuela, dando suspiros y mirándolo con fijeza, se refería al extraño humor de los dioses al no entender cómo tan certera y más bien oscura conclusión podía venir de un niño tan popular entre sus pares y tan inteligente; además de ser muy bien parecido y acomodado, tanto en el área social como en la económica.

Abundio Macías estaba seguro de que moriría pronto. Y con esta seguridad (que él nunca se molestó por explicarle ni aclararle a nadie), vivió su vida casi como ajeno o impermeable a los problemas personales y colectivos; pero, y esto es quizás lo más curioso, no se podría haber dicho nunca que a él no le importaba nada de eso (el público reconocimiento que había hecho de él el alcalde, así lo atestiguaba).

En fin, al transcurso de los años, que pasaban veloces, se le sumaron sus dos divorcios, sus fundaciones y cierres de compañías, sus logros y fracasos tanto personales como económicos y muchas otras instancias que la gente suele catalogar como “bendiciones”. Se le sumó también todo ese inagotable, macabramente inagotable (e inevitable) desfile de problemas componentes de la realidad humana, farsa o no: espirituales, físicos, económicos, sociales, nacionales, internacionales, políticos, ambientales; en fin, de toda esa —condenada ya desde el principio— aventura humana que un buen día, cuando Abundio acababa de cumplir 60 años, se redujo al apocalíptico fin que ya se presentía o adivinaba hacía siglos pero nadie se atrevió a ponerle fecha; pues 3 o 4 horrendas, terríficas, absolutas, indescriptibles, totales y definitivas explosiones nucleares que se sucedieron con rapidez inaudita una a la otra, impusieron oscuridad y silencio global de forma casi instantánea.

Abundio Macías estaba seguro de que moriría pronto. Por eso que esa mañana, la de su sexagésimo cumpleaños y luego de que hubieran ocurrido tan inauditas (aunque, al mismo tiempo, terriblemente anticipadas) explosiones, recordó —con sorna esta vez—a su abuela: “los dioses tienen un sentido del humor extraño”.

Se preguntó si habría más sobrevivientes.

Cerró los ojos y no quiso pensarlo.



Inédito para G0 Ediciones, 2018



Pronto: Lanzamiento de Sobre destinos, ciudad y Dios
Cuentos de Bernardo Navia
Ars Communis Editorial, Chicago





19/12/17

Sobre el ocio, los tiempos muertos y algunas peticiones extrañas, por Ariel Rioseco




 
Extracto de “El ocio en la Grecia Clásica y la Roma Antigua”
por Santiago Segura y Manuel Cuenca

Resulta interesante saber que la palabra "escuela" viene del latín schola (lección, escuela) y ésta, a su vez, de la palabra griega scholé, que significa ocio, tiempo libre; escuela, estudio. Nosotros no relacionamos el "ocio" con los estudios. Consideramos, muy por el contrario, que ambos términos se excluyen mutuamente. Distinguimos el día laboral, el tiempo del trabajo, de los momentos libres, contraponiéndolos -de hecho- con fuerza. ¿Cómo entender, entonces, que el término "escuela" derive de scholé, que significa ocio? ¿Por qué un griego asociaría el tiempo libre al estudio?

Así, pues, el término "ocio" apuntaba al cultivo del espíritu. Por eso significaba también "escuela", o lugar donde había ocio. A ese "lugar" se iba a aprender por el amor al saber y no por alguna otra razón. Este amor a la verdad generaba felicidad, pues se buscaba comprender la realidad dejándola "ser", en lugar de pretender su dominio. La actitud contemplativa no implicaba distanciarse de lo real para sencillamente observarlo. La idea era considerar las cosas y las situaciones sin dejarse absorber por ellas y sin apoderarse -tiránicamente- de ellas. Cuando no hay dominio de "lo otro" imperan el respeto y el verdadero conocimiento; un conocimiento del que brota, por cierto, el amor, pues la distancia justa que crea en nosotros la actitud contemplativa, nos lleva a comprender la realidad, la existencia de las cosas, sin pretender su manipulación. El amor dispone a conocer "lo otro" en profundidad, lo cual supone dejar "ser" a las personas y a las cosas. 

El ocio filosófico se apoya en el estupor que provoca lo real. A la creación poética y en general, a toda vivencia creadora, subyace el mismo asombro ante el mundo y la similar necesidad de trascender los límites de su finitud. No hay gracia sin esfuerzo, inspiración sin tenacidad, ni bendición sin condiciones que la reciban. Estas se crean; por eso es importante reflexionar sobre la necesidad de fomentar espacios de "tiempo libre" para mantener vivo el asombro ante el mundo. Poder decir "todo de inmediato" o ver alguna luz después de mucho pensar, resultará en la bendición que sigue al esfuerzo.


Consideraciones ad portas

El siguiente, es un conglomerado de nombres e insinuaciones gestado a partir de un pedido de mi hijo, y al amparo del ocio, a cuatro mil metros sobre el nivel del mar, en las alturas de la Cordillera de los Andes, a fines de la primera década del nuevo siglo. ¿La finalidad? Encontrar un nombre ad hoc para la que por aquellos años, sería su primera banda de rock. Quien sea padre o viva con algún adolescente, entenderá rápidamente el sentido de la complicidad, más aun, cuando quien escriba, se encuentre inmerso en un estado de latencia, extraviado dentro de sí mismo o apesadumbrado por la obviedad de la pérdida, asumiendo dicha condición, y entendiendo el daño ocasionado a sí mismo y quienes lo rodean. Es evidente que gran parte de las imágenes y situaciones que deberían funcionar de manera ordinaria y sensata, distan sobremanera de aquella base que las normaliza y centra. Esto, no porque la realidad haya variado, sino más bien debido a que las ideas, sensaciones y valores que las sustentaban, se presentan en el día a día como una variante que se mueve a cada instante, más y más hacia un absurdo vacío en el cual, aquellas preguntas directas y simples, dejan de ser una forma de entender los hechos, los afectos y sus causas, dando lugar a lapsos en los cuales, la nada, como protagonista principal, ocupa todos los espacios del pensamiento y el alma.

Sobre esta base, el ocio cubre como un gran manto las posibles posiciones como espectador y participante en un mundo que no siendo abstracto, se vuelve un todo sin sentido, cual destrucción sistemática, ordenada y masiva. Tal vez por ello, como sugerían los griegos, al encaminarse por los intrincados laberintos del vacío, se llega a lugares en la mente de los individuos donde confluyen, al amparo del ocio, simples ideas que van sumando como los segundos en un minuto, y estos, en una hora, para llegar a la plenitud de algo cabal y tangible como lo sería el nacimiento de un nuevo día, tras la oscuridad de la noche golpeada por una tormenta devastadora.

El siguiente es el referido listado de nombres e insinuaciones para el uso indiscriminado o conveniente, de acuerdo a las intenciones que le acomoden a cada uno y de mejor forma.


Bandas de rock
                    
Los amantes muertos / Las caracolas de Piedad
Mala leche / Bajo tierra / Falsa alarma
Nabucodonosor Kid
Monjas drinks / Nosotros 3
Inventario de llamas / Destrucción masiva
Huracán de monos / Sin sacrificios
Basura de vecinos
Cadena de idiotas
Vivaldi en cana / Aviones sin intención
Agosto 29/ El divorcio de Ninnet
Socorro constante / Zacarías ha muerto
Al carajo Zaratustra
2:45 / Ya no / Más kerosene
Vertical / Traffic
Sopa de caníbales / Animal abstracto
Zíngaros / Sakura / Caperucitas black   
Martes pasado / La muerte desatada
Mundo sucio / Genocidio en trance
Suburbano pop / Tetracloruro de sodio
Sin academia / 9 horas antes / Siniestro total
Alusión catastrófica / Hierro fundido
Como ayer / Pequeña mía
Impostores / Amor impensable
Glaciar Italia /  Giberélicos / Ocular 69
Septicemia / Piromaniac /Animal culposo
Antártica / Faloween / Fruta silvestre
Atómica / Soda Caústica / Acuarela de maldad
Casa muerta / Clandestino / Humanoides


Comercio
                                                                             
Semilla muerta / La bala perdida
San Demente / El tuerto Pepe / El rey Guy
Cien años / El obispo desnutrido
Mi último dólar / La abundancia del pije
El zapato de cartón piedra
El perro sin cabeza / Golondrinas y mecos
Las delicias de Lulú
Cinco años y un día
Mariposas con flecos           
Oro azul / Roma Corp. / Polaris   
Zafra inc. / Zaffari non pass                               
Pro forma / Boreal / Tetravalente
Xantina / La iguana mágica             
Cacería nocturna / Lobos & Hienas
El dinosaurio verde / El oso petrolero
La escalera del trigal
Sin astronautas / El caníbal                               
Magdalenas y Cuasimodos
Orates /Panda
Kilovatio / La oreja / Luna llena
Submarinos / Luna llena / Exhibition Vips
Litio & Fosfolípidos                          
El ocio puro / Patagonia Ligh / La hueca
El chino Checo / Constantinopla cero /El tuerto Juan
Los tróglodos / La gallina miope / El avestruz albino
Luna Europa / Negativos / Cielo amarillo
Mutants / Noruega / Orgiope
Culpables / Xicarios / Para cuando vuelvas
  

Comunicación
                               
La moral en tránsito / Elías 3:16
Todo lo ajeno / La navaja tartamuda
No tiempo – No verdad                                      
The hemorragia post
Odio extremo / Alcohólica F.M.
La constitución de papel arroz
Absolución & Pecado / 20 centavos de democracia 
La comparsa de los esclavos
El pinche carnal / Felices todos
El idiota incomprendido / La mentira encantada
Ad valorem / Alma mater
Ambigüedad callejera / Nómina 76                                                   
In vitro / Destilado de conciencias
Alacalufe / Zona cero / Gravedad
Calumnias y verdades / Orden & Caos Org.                                      
Fronteras / Desarrollo culposo / Hermético
Galeatos / Latitud 99 / Ciudad infiel
Secuencia negativa                              
Sinapsis / Conclusión / Pandemonium


 
Quito 2009 / San Clemente 2017



Fotografía: The isolator, Hugo Gernback










12/10/17

Convivencia, por Braulio Arenas






Los lobos, que tendrían una actuación tan destacada en la película muda (El milagro de los lobos, 1924), reposaban, entre filmación y filmación, junto a las gallinas, maquilladas ya para la escena de la granja. A la verdad, no se trataba de andarse comiendo los unos a los otros, sino de participar cada cual en la lucha por la vida, ganándose unos dólares, que nunca sobraban, haciendo papeles de animales extras en el cine.



en Memorandum Mandrágora, 1985









13/6/17

Trotsky v/s Lukács, por Mario Spachiaro





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...Lukács, desmintiéndose él mismo sin fin, ha hecho ver con una nitidez caricatural a qué se había exactamente identificado: a lo contrario de sí mismo.

Guy Debord


Beben, fuman, leen versos;
ensayan antiguos boleros,
caricatura y baile entrometido.

Recorren las calles del puerto
tomados del brazo como dos marinos infames;
como dos putas dialécticas
suben, bajan escaleras,
y en los rellanos manosean sus
despóticas inquisiciones.

Bajan, ya ebrios, al Cinzano:
gritan a Pessoa sobre los tejados,
a punto de caer.

Compran más botellas
que descorchan rumbo al molo,
agitando sus pañuelos
hacia alguna incauta que se cuelga de los hombros.

Un abrazo mal parido,
una palma,
un roce,
piel reseca
y un asible movimiento
que intenta pasar inadvertido.



en El arte del alcohol, 1999