15/10/19

El Gran Vacío, por Ariel Rioseco





Hipoclorito escuchó en una discusión callejera relacionada con que la tierra no era redonda, sino plana, absolutamente plana. Luego observó en la televisión que existía un grupo de personas que se hacían llamar los “terraplanistas”, quienes sostenían, con pasión y vehemencia, que Cristóbal Colón se había equivocado y que, no importando otras razones, nuestro planeta era igual a la mesa sobre la cual él se disponía a disfrutar de su merienda. Aun considerando su glacial silencio, a Hipoclorito le aterrorizó la idea de que llegando al borde de esta superficie todo se precipitaba en caída libre sobre el universo, en una especie de precipicio sin fin, acaso eterno.

Asentada en él una duda inquietante, buscó en libros y almanaques, encontrando información sobre lo que se conoce como el “Gran vacío”, título con el que se denomina al espacio exterior y del cual se desconoce todo, o casi todo. Al continuar con la lectura descubrió que dentro de este cosmos infinito existían lugares como el planeta Oscuridad Eterna (432hz), el que, de los observados, era el planeta más oscuro. Asimismo, le llamó la atención el denominado Planeta Infierno (55 Carcri), llamado así porque, teniendo dos caras, la diurna se muestra cubierta de lava fundida, a 2400 grados centígrados, y la nocturna, donde la oscuridad lo cubre todo, con una temperatura ambiente de solo 1000 grados centígrados. Otro planeta que le pareció particular fue el Planeta Malsueño (Hd-189733), en el que los vientos azotan la superficie a más de 8000 kilómetros por hora y llueven cristales por todas partes.

Frente a esta realidad externa de la Tierra, tan devastadora y extrema, consideró que debía sentirse afortunado de vivir en un planeta plástico y ruidoso, en el que los días transcurrían similares, unos detrás de otros, llenando los océanos con basura, el cielo con toda clase de toxinas y arrasando con la mayor parte de los bosques existentes.

“El problema no es que entendamos nuestros actos, por más irracionales que estos sean, sino más bien, el que aceptemos las razones que los originan”, reflexionó.

Transcurridas varias semanas, y tomando conciencia del real estado de las cosas, Hipoclorito atisbó la monstruosidad de su propia indiferencia; y la del resto. Recordó con tristeza la funesta visión que su abuela le había mencionado unas semanas atrás: ”Cuando hayamos contaminado y devastado por completo nuestro planeta, vendrán las cucarachas y lo heredarán todo”.

Así, motivado por los libros y los gravísimos errores de Colón, decidió ponerle fin a todo. Fabricó una maleta con frazadas viejas y dispuso dentro una vieja cantimplora, un simplificado mapa del planeta y dos sandías, partiendo hacia el fin de la Tierra curva: “un concepto maquiavélico”, en sus palabras. Con la mente en blanco, cerró la puerta tras de sí y partió su viaje hacia el borde mismo de las cosas, para encontrarse de frente al Gran Vacío y dar el paso hacia lo que él pensaba sería un vuelo eterno, feliz, agradecido.



Inédito, 2019