26/1/09

... así acaba el universo..., por Ramón Ce






... cuando terminan de pronunciar los miles de millones de nombres posibles de todos los seres, con dioses cansados, con guerreros irrefrenables enfrascados y comprometidos sin sombra de duda en el desarrollo e iluminación del todo y de todos; con momentos llenos de magia, seres mitológicos, sueños, con la conjunción de todos los deseos, agresiones e ignorancias en un sólo instante, con el descenso de la luz de la comprensión y conocimiento profundo en las conciencias de todos los seres, con el giro espiral de los tiempos en una entropía refleja que nunca cesa de manifestar la inexistencia de las dimensiones, con suicidios colectivos, orgías, plagas, locura y muerte infinita que se repiten y se repiten y se repiten y nunca acaban; pero así es como acaba el universo que nunca acaba, pues el principio era el final y el propósito desesperanzador del viaje de la realidad a través de la intensificación de toda manifestación mental era la realización de la insustancialidad e inexistencia del tránsito, -tal vez podría haber sido más claro: pero la claridad y simpleza tripal de estas sentencias no contribuye a la demora necesaria de la lectura- todos estos textos comentan y presuponen una compleja historia del futuro del universo y de la expansión imposible de los humanos y las manifestaciones de su inteligencia por el cosmos hasta que se den cuenta que siempre estuvieron ahí... ¿y cuál era el principio, y cuál era el fin? ¿era espiral circular o lineal, o tal vez no pitagórica la determinación de la forma y del vacío que arquitecturaba la imagen de un fractal constituido de galaxias y novas? ¿y todas las nubes de nombres de todas las cosas posibles con su materialidad infinita e insustancial podían acabar, extinguirse y desaparecer como si nunca hubieran estado ahí? ¿y por qué eran tan importantes estas preguntas?




Imagen: Voyager, Ivan Sainz Pardo