De este lado arrastro el inconsciente
hacia el eriazo aspecto
o basural,
de entre lascivos cortinajes sarracenos
en el borde simple,
espacio
o lúgubre.
La mirada no refleja
más que allá en el fondo,
diminuta,
como un centímetro de espesa nata,
claraboya en ristre,
ensimismada.
Salitreras -con-gojadas de un bestial diluvio:
Sangre cuelga las paredes,
lagartijas, esqueletos,
suben sólo
transformados en aspecto.
La salina forma abstracta.
El cansado giro de la escasa realidad.
Cubro el sol,
hiero en cada párrafo que es un hogar
de envilecidas mis costumbres.
Me regreso, cruzo, rompo, trizo.
Me fracturo en las sonrisas falsas
de una noche que termina.
Y, sin embargo,
me recuesto al lado, junto a mil paréntesis
que no abren y no cierran
o que gritan las batallas
o que pierden, una y otra vez,
tristemente indignos
con la seña hecha pedazos
y en silencio
en sólo un verso.
en A ultranza, 1969
Fotografía: Walter de María, 1968