Estábamos
todas sentadas en el saloncito
en
una exhibición privada que hicimos
de
mujeres solas, para pasarnos películas
y
acabar de una vez con la vida.
Y
estábamos, como digo, soltando la lengua.
Cuando
Charlie Brooks le dijo a su amiga
Te
amo, antes de morir.
Estaba
nervioso como si esperara sentir
algún
cambio. Charlie probó su última cena
hasta
que la aguja atravesó la pared.
Miró
hacia arriba y bostezó. Fue un bostezo
largo,
profundo. Luego comenzó a largar
suspiros,
quizás durante quince segundos.
Podría
decir que al concluir de bostezar
Brooks
estaba muerto.
en La Tirana, 1983