15/11/17

Señas de identidad de Franklin Goycoolea, por Adolfo Pardo




 
Reseña a “¡Flash!”, de Franklin Goycoolea

(G0 Ediciones, noviembre de 2017)


Lo primero que hay que decir de este libro es que está muy bien hecho. Felicitamos entonces a los editores. Bien elegido el papel, la tipografía, pulcra diagramación. Un timbre de agua en la portada, en relieve, te dice de entrada que en tus manos tienes un libro hecho con dedicación.

Lo segundo decir que probablemente todos los hombres deberían publicar un libro, reunir un conjunto de textos —y de fotos, como en este caso — y armar, articular dicen ahora, un volumen a disposición del público. O de los amigos, parientes  y conocidos. Claro porque el carnet de identidad y el Rut dicen muy poco de una persona que habita o ha habitado este curioso mundo en el que actualmente estamos nosotros. Más aún si se trata de un hombre ligado al arte, al arte de la palabra y al arte de la imagen, como es el caso de Franklin Goycoolea, más conocido por su segundo nombre, Jaime. Y este es el libro de Jaime, del Pelao Goycolea. Sus señas de identidad: recuerdos, pensamientos, poemas y nostálgicas fotografías. De ahí el título del volumen: ¡Flash!

Y  hablando de sus fotografías, todas en blanco y negro, llama la atención que el hombre siempre está ausente o a lo más aparece la sombra del hombre, generalmente del mismo autor, o un perro que mira a la cámara, un gato, un muro, una ventana y la cortina, una calle solitaria, una bandera chilena desgarrada, todas las cosas que habitan el mundo que acompaña al autor, pero el autor no aparece, o si aparece es en un retrato fotográfico puesto sobre una repisa, o la sombra del mismo autor mientras está tomando la fotografía. Y nadie más. Sabemos que la gente estuvo ahí, construyó esa muralla o esa escalera, pero cuando el fotógrafo captó la imagen ya no había nadie.

Yendo al texto nos encontramos primero con una introducción del propio autor donde recuerda su juventud bohemia, en Santiago y en la compañía de reconocidos escritores y artistas plásticos chilenos; mismo caso que en la fotos, todos y todas desaparecido(a)s. Salvo una que otra excepción. Cuenta también, sucintamente, como llegó a la fotografía y que entiende por poesía.

Luego vienen un conjunto de poemas intercalados con las fotografías y comprendemos que, para el autor, una y otra cosa están hechos de la misma sustancia. Luego viene otra sección titulada “El haikú porteño”, que alude a Valparaíso, donde el autor ha vivido parte importante de su vida.

Eres igual que aquel contra el que luchas
Por esto,
Escoge con cuidado a tus enemigos

Luego viene otra sección en la que Martín Cinzano transcribe una conversación entre Goycoolea y Juan Luis Martínez, supuestamente ocurrida en el bar “La Gloria”, en septiembre de 1991. Se trata de un dialogo suelto y alegre entre estos dos personajes reales y ficticios al mismo tiempo. El registro de una amena charla que nunca sabremos si tuvo o no lugar en ese lugar y fecha. Pero da exactamente lo mismo porque no le quita ni da mayor o menor valor.

Cierra el volumen un epílogo de dos páginas de Carlos Almonte, escritas en agosto del 2017 ex profeso para este libro, titulado: “Franklin Goycoolea, situacionista zen”. Donde Almonte, se refiere, como yo mismo más arriba, a la mirada con que Goycoolea aborda la poesía y la foto, cerrando así estas señas de identidad reunidas en este libro.



en Critica.cl, noviembre 2017