21/8/19

La herencia, por Ariel Rioseco





Hipoclorito escuchó en una discusión callejera que la tierra no era redonda, sino plana. Luego observó en la televisión que existía un grupo de personas, que se hacían llamar los “terraplanistas”, sosteniendo con pasión y vehemencia que Cristóbal Colón se equivocó y, no importando otras razones, nuestro planeta era igual a la mesa sobre la cual él almorzaba. A Hipoclorito le aterrorizó la idea que llegando al borde de esta superficie, todo se precipitaba en caída libre sobre el universo, en una especie de precipicio sin fin.

Asentada la duda absoluta, buscó en libros y leyó que existe el “Gran vacío”, nombre con el que se denomina al espacio exterior y del cual se desconoce casi todo. Continuando con la lectura, descubrió que dentro de este cosmos infinito, existían lugares como el planeta Oscuridad Eterna, o Tres-2b, el que, de los conocidos, es el planeta más oscuro; siendo nombrado de esta manera pues en aquel lugar no hay una pizca de luz, nunca. Le llamó muchísimo la atención, el denominado Planeta Infierno, o 55 Carcri, asignado así porque, teniendo dos caras, la de día se muestra cubierta de lava fundida, a una temperatura de más de 2400 grados centígrados, y una nocturna, donde la oscuridad lo cubre todo, y es más cálido, con solo 1000 grados centígrados. En otras palabras, en aquel lugar las noches son calientes y los días aun más calientes. Otro que le pareció particular, fue el Planeta Pesadilla, o HD 189733b, en el que los vientos azotan a más de 8000 kilómetros por hora y llueven cristales por todas partes.

Frente a esta realidad externa de la Tierra, tan devastadora y extrema, consideró que debía sentirse afortunado de vivir en un planeta de plástico y ruidoso, en el que los días transcurrían unos tras otros, llenando los océanos con basura, el cielo con partículas venenosas y arrasando con la totalidad de los árboles existentes. “El problema, no es que entendamos nuestros actos, por más irracionales que estos sean, sino más bien, el que aceptemos las razones que los originan”, reflexionó.

Tal vez por esto, transcurridas varias semanas, y tomando conciencia de la real situación, Hipoclorito vislumbró la monstruosidad de su propia indiferencia y la del resto. Recordó con tristeza la funesta visión que su abuela le había mencionado solo unas semanas atrás: ”Cuando hayamos contaminado, y devastado por completo nuestro planeta, vendrán las cucarachas, y lo heredarán todo”.

Así, motivado por los libros y los errores de Colón, decidió ponerle fin a todo. Fabricó una maleta con frazadas viejas y dispuso dentro una vieja cantimplora, un simplificado mapa del planeta y dos sandías, partiendo hacia el fin de la Tierra curva, “un concepto maquiavélico”, en sus palabras. Con la mente en blanco, cerró la puerta tras de sí y partió su viaje hacia el borde mismo de las cosas, para encontrarse de frente al Gran Vacío y dar el paso hacia lo que él pensaba sería un vuelo eterno, sin final, feliz y agradecido.



 Inédito, 2019