25/3/20

Frente a cada peligro, una tabla de salvación, por Juvencio Valle





Agárrate como un náufrago desesperado
a los propicios tallos que a tu paso se tienden;
a los cables del cielo agárrate con el alma;
huele bien la materia, haz tus invocaciones;
examina por el revés las piedras inmutables,
escucha arrodillado la voz de las profundidades;
desentraña, lupa en mano, la enigmática lengua
del gusano de luz, observa con ojo sabio
si el ramaje de los alrededores sigue indemne.

Examina si los primeros brotes del roble
han sido o no mordidos por el venado;
si arriba el canto de las aves es estable,
si el fugaz pasajero cortó las topa-topas,
si su planta holló la or de la mañana.

No eches en olvido que un solo paso tuyo
dado fuera de órbita en ese despeñadero
(dédalo inexplorado, sin comienzo ni término)
podría trastrocar el curso de tu destino.
Antes que nada cuida de tu propio pellejo
y avanza con discreta cautela en ese trance.

Escucha con atención el canto del chucao
y ten presente de qué lado viene el augurio;
no olvides que estás en el justo término
de la vida o la muerte; de pie en ese límite
en que la fortuna puede hacérsete presente
en forma de anillo auroral o sésamo ábrete,
o bien —y por designios inexorables y lejanos—
venírsete toda encima la desgracia.

Y si en vez del sorpresivo canto del chucao
oyes a lo lejos el cuerno del indio solitario,
recula un tanto, amigo, aguza bien la oreja
y pon tu desamparado corazón en guardia.
El no olvida la pica ni el arcabuz guerrero;
Él no olvida a la legión de sus antepasados
asesinados por aventureros sedientos de oro,
bandoleros sin alma y de tu propia estirpe.



en El viejo lenguaje de las hojas, 2019
Antología Descontexto Editores