5/3/20

Uno que habla desde el otro, por Daniela Catrileo






Simplemente no quiero hablar. Guardar silencio por tres meses,
hasta que algo se desdibuje entre los espacios. Luego vienen
preguntando por el mutismo, por la vuelta que encierra cuando
no hay lenguas y se devoran los últimos dientes en su jaula.

Y pienso bajo una mesa, en el pliegue del mantel.
Recorro sus cuerpos con el meñique de mi ojo, hablo hacia adentro
como quien dispara al pájaro del silabario, revolcado
entre mis pulmones y sus ramas.

Invento un misterio, alguna enfermedad que no me haga
repetir que desde aquí no es necesaria la onomatopeya, ni la
canción de sus hombros. Y todos se callan, mi madre quiere llorar.
Nadie entiende mis palabras que no se escuchan.

Estoy gritando hacia mi costado, lamiento sílabas que rebotan
en las encías. Me gustaría empujar un acordeón por la boca y
que al menos así salga una canción, una nota con rabia
desde el estómago.

Hablar desde el estómago como los ventrílocuos, uno que habla
desde el otro, y así no tener que dar explicaciones,
ni decir lo que pienso cuando leo sus poemas.
Porque nada es interesante ahora ni las palabras que eran mi vida.
Todo se fatigó con el último nombre que dijo adiós.



en Ciudad fósil, 2016