5/8/20

No es un Diario, pero se le parece..., por Bernardo Navia






Sobre Diario de la peste, de Manuel Illanes

En su Diario de la peste (Santiago de Chile: G0 Ediciones, 2019), Manuel Illanes, poeta y editor chileno radicado en Ciudad de México, logra embarcar al lector en una travesía (a veces caótica, a veces oscura y/o enigmática; desesperada o casi tierna) que navega por las inquietas y nunca satisfechas aguas de una nostalgia crónica, que marca un derrotero de una pluma que lleva al poeta a jugar con las imágenes, con el vocabulario, con las referencias a términos budistas, a nombres de lugares antiguos y de entidades; que lo lleva a invocar poetas, y escritores clásicos; y también lo lleva a jugar, a fascinar casi, con el lenguaje. De hecho, desde el comienzo mismo se enfrenta el lector a esta instancia; pues aparece aquí un prólogo que “no es un prólogo, pero lo parece”; y además el que su título esté escrito en inglés, Station to station, anuncia que lo que vendrá se trata de un viaje; o, como ya se ha indicado, de  una travesía por la nostalgia, por una búsqueda (o reencuentro) con algo (o alguien) que se desplazará de estación a estación. Llámense estas como se llamen: Olvido, Dolor, Lejanía, Amor, Cuestionamiento, México D.F. (“Tenochtitlán”), Santiago de Chile… “Here are we, one magical moment, such is the stuff (...) Here am I, flashing no color”.

El libro está dividido en dos partes, Diario de la peste y Ciudad Lumpen. En la primera desfilan por sus versos imágenes, alusiones y referencias directas a esos verdaderos huecos por los que se escapan la dignidad y la humanidad del habitante urbano moderno: el hambre, la pobreza, las drogas, la prostitución, la ignorancia, la violencia… De ahí, el título del poema “Samsa en la cloaca”. Lo que se extrae de la lectura es que los habitantes de esta ‘Gran Tenochtitlán’ (es decir, a esta altura del juego y por extensión lógica, a todos los latinoamericanos) estamos medio acostumbrados (o resignados) a vivir y convivir en el caos permanente. No es baladí notar que esta instancia —común— a todos se denuncia desde una tierra que no es la tierra natal del poeta.

Es la denuncia de una peste ya hecha pandemia, pues está presente en todos lados, en Occidente, en Chile, en las calles de Santiago: Recoleta, Independencia… En las calles de Ciudad de México. Es un texto que deambula, denuncia y critica, en especial un sistema político que, sin llegar a nombrársele en el texto, podríamos los lectores llamar neoliberal.

La segunda parte insiste en la postura del poeta: hacer un llamado o realizar una búsqueda por una respuesta que, tal vez, nunca se halle. Porque, tal vez, no existe, que el mundo entero convive con el caos permanente. De modo que esta segunda parte también teje un texto que se desplaza de estación a estación, sin proponer soluciones definitivas. Radica en eso parte de su honestidad.

De modo que bien podría señalarse que este poemario tiene dos ejes temáticos que funcionan y distribuyen su contenido en función del otro. Uno es lo político, y otro es la pandemia (o peste), que funciona como metáfora del primero.

No se presenta soluciones (¿existen realmente?); solo se navega; y, si alguna vez hubo un intento de solucionar, de allanar la existencia lumpen (constantemente aludida, por ejemplo, por los títulos “Al fondo de cada casa soñada, una cabeza sangrante”, “Espejismos”, “Espectros de Marx”, etc.), tal como lo sugiere el último poema de la primera parte, Diario de la peste. (“Allende ha muerto”), esa iniciativa es, sencillamente, imposible de llevar a cabo.

La lectura de este texto, interesante y de inquietante actualidad, de Manuel Illanes, invita a la reflexión, a considerar la realidad caótica y esperanzada, al mismo tiempo, de la realidad urbana, social, espiritual y moral de la modernidad. Es, en definitiva, una invitación a entregarse al embrujo antiguo (pero no por eso menos válido) de sentir nostalgia por lo que jamás llegó a ocurrir.



Bernardo Navia
PhD in Literature
Illinois University, Chicago
20 de julio de 2020