4/10/07

Grado cero, por Carlos Almonte






Este es el final, lo sé. He avanzado, insistido, gritado al viento y a la impávida tormenta. He dejado ir a los perros. Mis compañeros han muerto en el camino y han quedado sepultados en el hielo. He soportado largas temporadas de lejanía, soledad y frío. He escrito cartas que jamás llegaron a destino. He pensado en la mujer que amo, diariamente, durante años. He ideado formas de comunicación, formas extrañas y tortuosas; formas demenciales, formas inservibles. Me he despojado de los zapatos y hasta de los dedos de mis pies. Ya no podré seguir más que arrastrándome, hasta cavar o sepultarme en una tumba cristalina. Mi boca esta morada y no puedo ya mover las manos. He llegado al grado cero y el cansancio es aún mayor que la inexplicable fiebre que me hace vomitar mis propias vísceras. El alimento se agotó hace días, o hace años, ya no lo recuerdo. El combustible se quedó atascado para siempre al fondo de una grieta interminable. He llegado al grado cero y no he visto más que blanco.

Me despido ahora, mientras puedo, ya que sé que no podré volver.








Fotografía: Roal Amundsen, 1911