22/10/07

piel de afrodita, por Ramón Oyarzún






Primera expedición, destino complicado con historia escasa y seductora, como besar la diosa, pensaba. Camino a las planicies del polo sur, dormimos arrullados por las historias. Sin mucho presupuesto había tenido que armar mi traje de piezas diversas, talvez eran las botas que habían usado hace un par de décadas para llegar al cráter más profundo de la luna Svern o Svreni el montaraz. Días antes de la expedición, por correo, el ruso confirmó la meteorología del polo sur. Lo último que escuché antes de caminar fue un cuento de Clark algo pesimista que recuerda no dejar basura en los paseos por el sistema solar. Esperabamos las nubes, estabamos por llegar al centro del polo, a su lugar más alto insondable e indeterminado, mis bastones de gravedad y las botas se comportaron bien; el ruso voló arrastrado por los torbellinos, por la gravedad extraña y por su destino de desaparecer tan lejos de Vladivostok. Marché sin levantar la cabeza, tratando de alcanzar el fuerte Lenin en algún lugar del polo. En medio de una calma le vi flotando pétreo, los vendavales a su alrededor no le tocaban. La locura hermosa llegó cuando, enano, el astro cruzó frente al sol y su huracan polar se perdía atraido por la magnética presencia del calor rojo... mi cuerpo pegado a la diosa con la gravedad eléctrica de mis bastones botas y traje, mis ojos deshechos en el ruso petrificado que viajaba hacia el sol, hacia el imposible g0








fotografìa: venus sagital