15/2/09

La profesora de yoga, por Ramón Ce






Me postro a los pies de mi maestra perfecta
Dedicando cualquier mérito que surja de este opúsculo
Para la liberación de todos los seres




Antes de recostarme y descansar pensaba en esa conversación imaginada, tú ya escribiste un cuento que se llamaba así, ¿no? Eso fue antes, hace mucho tiempo. En él había dos hombres que se enamoraban al mismo tiempo de la misma mujer y que a lo largo de años se turnaban para amarla pues ella estaba imposiblemente enamorada de ambos y no sabía cómo explicarlos y antes que pasara nada, antes que siquiera supieran que los dos estaban enamorados se conocían en una clase de yoga donde ella era la profesora y hablaban de lo hermosa que era esa misteriosa y vaporosa mujer que les guiaba los ejercicios matutinos y luego tomaban un café y conversaban de sexo; uno de ellos era un escritor y el otro, ya no lo recuerdo, hablaba el uno y fabulaba el otro sobre los misteriosos designios que les reunían. Entonces supieron, al cabo de varias clases, aunque uno de ellos sabía desde el principio, guardando para sí el nombre de la profesora.

Elisa gusta de su nariz aunque a ratos no puede evitar pensar que es grande y que si se la miran mucho tiempo puede empezar a crecer y a crecer; esa imaginación fundada en pinocho que de niña le causaba pavor ahora la divierte y talvez apena en los días nublados cuando está sola y estira su mat y dóblase de maneras precisas, preciosas y casi indecibles hasta que se olvida de nariz, de lengua de cuerpo y de mente, de India, de lo bien que se ve en bikini, de la primera clase de yoga en la que participó hace ya más de veinte años, del espacio algo queda, una especie de luminosidad latente, un vacío, un algo, que late de día y noche infinitamente.

¿Qué día es hoy?, martes, no, domingo, no, lunes, no… era fácil descolgarse de ahí, eso lo hacía atractivo y doloroso, el tiempo, el transcurso de sucesos encadenados en un calendario. Pasaba el tiempo de modo sutil y feliz, una constante llamada de atención y presencia muy relajada, muy alerta, atento, descuidado.

No se nada de su historia, ni siquiera la conozco. No puedo decir si es o no es si está o si no está, sino está, sino esta: contó que además practica meditación. Como escritor imaginó un futuro doloroso y feliz, rápidamente llevó la vida de la yogini a una realización y terminó matándola al momento de alcanzar la iluminación. ¿Qué es eso de la iluminación?

Apareció, digamos, un día viernes de noche. Llegaron juntas. Se sentaron en un largo salón, en un círculo en silencio primero y luego habló una persona y miraron un video y comieron algo. La siguiente vez le indicaron qué hacer cuando estaba sentada, estable y relajada, etiqueta tus pensamientos o sigue la respiración, lo que te sea más fácil, entrena cuando puedas.

En invierno fue invitada por una semana a meditar. En verano fue un mes. El cigarro es como un reloj. Y el cigarro se acaba. Se los fumaba de a dos. Estudiante ansiosa. Lo dejó durante una visita al mar. Escribir es o era debiera ser estar abierto más bien permitirse permeabilidad parece. Mendhelson, vino, tarde soleada de invierno después de la lluvia, pero ella antes.

Otro verano en el sur practicando yoga durante un mes. Muy intenso, muy fuerte. Luego de un par de años un año en India. Y las sucesiones cíclicas. El suceder en ciclo. Como el viento que sopla desde todas direcciones en la ciudad y en las cumbres. En el deambular en la ciudad. En el estar en la cumbre. Modelo de los vientos: catábicos y anabáticos, que bajan con los hielos desde los glaciares o cumbres, que suben con las bajas presiones hacia el cielo por los bordes montañosos; lo más increíble es que no hay modelos del viento que comprendan todas sus dimensiones, es caótico impredecible y desordenado, así es la mente, sólo que hay que empezar a mirarla en seis dimensiones para desgastarla y no destruirla, al cabo descubres que es vieja, que se hace muy amiga de tu cuerpo. Ahí podría explicar los trastornos neuróticos, todos. Pero retrotraer lo artístico al inconsciente es de diletantes.

Esto necesariamente se basa en cuestiones reales. Cosas que pasaron y pasan o empiezan a pasar de manera real cada vez más directamente.

Extranjera se relacionó con otros, ella profundamente, forjó lazos unidos por magia mente fantasía y locura. Dejó atrás la vida anterior como en una cabalgata, sin mirar atrás los resabios de la batalla. Eso no suena muy bien pero es que así es India desde acá, el mahabarata y las mitológicas vacas guerreras ecológicas. Alucinaciones, guerras corporativas pro planetarias, infinitesimalismo.

Creía que la componenda del mundo pasa por el desarrollo individual que profundiza una sólida convivencia surgiendo inagotable del amor, la aceptación, la bondad, la cordura. Hasta ahora nada más especial ha pasado por estas causas y condiciones.

Que se dedican al testigo y a la conexión por medios más discretos y muertos. Como nada acaba ellos la siguieron acosando por entre los bosques de la meditación, las selvas bárbaras, las ínsulas extrañas, por el mundo ancho y ajeno. Con el escritor tuvo un romance en India por unos años, con el otro que se había hecho siquiatra tuvo hijos casa y una... situación. Ya más de edad se reencontró con el escritor en un retiro y donde quedaban cenizas. Los años pasan, las tazas de café se acaban, vivimos vidas muy ocupadas y debemos continuar. La profesora de yoga se mantendrá en su oasis de quietud ayudándonos en las posturas. Entregándose con una generosidad que implica el abandono total de su ego en la entrega completa y total a lo que se está haciendo, a lo que está sucediendo. Estar plenamente presente de manera auténtica es ser completamente generoso, estar enteramente disponible a deslavarse de las aprehensiones neuróticas del yo.

Una noche tuvo un sueño, como en el cuento anterior. Soñó con Atacama, o con el Gobi. No era un sueño de muerte ni de maravillas, era un sueño cotidiano, cocinaba, lavaba, tejía, vivía con dos hombres y compartían el lecho mezclando el placer y los extremos de manera muy natural. Ella los había escogido, uno era un primo algo menor, el otro un huérfano. Ellos trabajaban y cuidaban a los niños, les enseñaban oficios. Ella les daba comida y les enseñaba oración y contemplación. Como nómades se movían, ella se dedicaba a la práctica del Chöd. A veces llegaban viajeros extraviados, siempre se sorprendían de ver la familia de nómades, un oasis de humanidad entre las miles de tonalidades rojo y ocre de las dunas. Se extrañaban aun más cuando se les invitaba al lecho, la piel de la mujer lozana, su cuerpo feliz de deseo y ansia. Nunca pudo concebir hijos, los niños llegaban de monasterios o los traían sus hombres luego de viajes de muchas lunas, pero eso los viajeros no lo sabían. Era una vida feliz, salvo que el tiempo destruye todo y sus dos esposos murieron, ella se deshizo en lágrimas y se perdió en las montañas. Entonces no supo si era un sueño o qué, pero le explicó algo su relación con dos hombres a los que amaba al mismo tiempo. Rápida y certera como una flecha multiplicó las explicaciones a su sueño, analizó desde todos los puntos de vista y luego los desechó para dedicarse, como tú, generosa, completa, desinteresada mente, al presente.