I remember the first time I met Frank O’Hara. He was walking down Second Avenue. It was a cool early Spring evening but he was wearing only a white shirt with the sleeves rolled up to his elbows. And blue jeans. And moccasins. I remember that he seemed very sissy to me. Very theatrical. Decadent. I remember that I liked him instantly.
Me acuerdo de la vez que conocí a Frank O´Hara. El caminaba por la Segunda Avenida. Era una fría tarde de temprana primavera pero usaba sólo una camisa blanca arremangada hasta los codos. Y blue jeans. Y mocasines. Recuerdo que me pareció muy amanerado. Muy teatral. Decadente. Recuerdo que me gusto de inmediato.
Joe Brainard recordó muchas cosas y será recordado como muchas cosas: principalmente como un maestro del collage y del ensamblaje, y así, tanto por necesidad como por temperamento, como coleccionista obsesivo de materiales, y un apropiador de imágenes; también un pintor; un poeta; y un amigo. John Ashbery, en su introducción a Joe Brainard: Una Retrospectiva, dice: Joe Brainard fue uno de los artistas más amables que nunca conocí. Amable como persona y como artista.
El amable Joe Brainard dejó Tulsa, Oklahoma, donde creció, y después abandonó una beca en el Instituto de Arte Dayton por la excitante Nueva York. (Tan amable era Brainard que no quería herir los sentimientos del Instituto al abandonarlo para irse a la ciudad: le dijo a la administración que su padre tenía cáncer y que tenía que irse, evitando mencionar que tomaría el próximo bus a Manhattan.) Con la suerte de tener amigos de Tulsa como Ron Padget y Ted Barrigan, el padrino de la segunda generación de poetas de la Escuela de Nueva York, como comité de bienvenida, Brainard se encantó, viviendo la vida de un artista bohemio en el Bajo Lado Este y consiguiendo su primera exhibición en solitario luego de sólo 4 años en la ciudad.
Brainard trabajaba a ritmo febril en una docena de obras simultaneamente. Como si intentara destacar el kitsch, el camp, y el amor por los artefactos que tanto lo deleitaban personalmente, Brainard escogió no disfrazar las partes constituyentes de sus ensamblajes y colages, en vez, nombraba trabajos como “Pell” en honor a los productos que había co-usado. Brainard adoptó una aproximación “sin comentarios” al arte, permitiendo que cualquier significado incrustado en sus mundos pegados-en-conjunto permaneciera sin explicación. Muchos de sus colages quedaron sin título, como si el “mensaje” no importara y muchos otro quedaron con títulos provisorios como “Madonna DiosyFrutal”, reflejando más bien el proceso y los materiales en vez de una voluntad del artista, reflexionando en el estilo por sobre el contenido y siendo una negación por parte del artista de tomar el arte, o a él mismo, de manera seria.
Es importante que en Nueva York Brainard también conocería a los poetas que habrían de definir la era, sus futuros colaboradores: Ashbery, Frank O´Hara, Barbara Guest, Bill Berkson, Kenneth Koch, Anne Waldman y James Schuyler. Su colaboración con escritores tomó muchas formas, desde portadas de libros e ilustraciones hasta pinturas y colages con textos de poetas. Algunos de los mejores y más cómicos son sus colages y tiras cómicas a los que invitó a variados y mezclados poetas a contribuir.
Mientras que la poesía de la Escuela de Nueva York guarda pequeño parecido con el expresionismo abstracto de los Escuela de Nueva York de pintura, su puede ver el trabajo de Brainard como un artista tomando la estética del poeta. O´Hara describe sus creencias sobre la poesía en este manifiesto-burla “Personismo”:
Tú sólo vas a tu nervio. Si alguien te está persiguiendo por la calle con un cuchillo, sólo corres, no te das vuelta y gritas, “¡Desiste! Yo era campeón de carrera en la prepa de Mineola.”
Similarmente, en una entrevista con Anne Waldman, Brainard dijo:
Nunca tengo ideas. El material lo hace todo. Tienes una figura y una flor y le añades el paisaje citadino y eso hace una historia. Tienes control, si quieres tomarlo, pero eso es algo que nunca he querido hacer mucho.
De nuevo, O´Hara:
No estoy diciendo que no tenga practicamente las ideas más notables de cualquiera que esté escribiendo hoy, ¿pero qué importa eso? Son sólo ideas. Lo único bueno de esto es que cuando se vuelven muy notables dejo de pensar y entonces es cuando surge la frescura.
Y Brainard:
La mayoría de los artistas son muy rígidos, rígidos en su seriedad y en lo que están tratando de hacer. Pienso que yo soy mucho más sensual, mucho más ga-ga que eso…
Brainard hiso arte por la misma razón que los poetas de Nueva York escribieron: por el placer de hacerlo. Como dijo de los trabajos en colaboración, “es divertido”, y hacia finales de los años 60, Brainard tomó interés en el otro lado de sus colaboraciones, lo “divertido” de usar los pantalones de sus co-creadores, pantalones de escritor. El libro “Yo Recuerdo” es el resultado más desordenado, honesto, directo, y en apariencia azaroso. Pintoresco en sus detalles vívidos y colagista en sus yuxtaposiciones, es un cúmulo, una biografía oblicua, un retrato del artista adolescente. Es mucho más grande que la suma de sus partes. Ashbery se refirió a el, medio en broma medio en serio, como “humanosidad”. Tiene esa dulce y juguetona auto-posesión que permea el trabajo de Brainard.
Un muestrario:
Me acuerdo de mis primeras erecciones. Pensé que tenía alguna enfermedad terrible o algo.
Me acuerdo de la única vez que vi a mi Madre llorar. Estaba comiendo pie de durazno.
Me acuerdo cuando mi padre decía “Mantened las manos fuera de bajo las sábanas” mientras decía buenas noches. Pero lo decía de manera amable.
Me acuerdo cuando pensaba que si hacías cualquier cosa mala, la policía te pondría en la cárcel.
Me acuerdo de la primera vez que me mandaron una carta en uno de esos sobres donde decía «Devolver a los cinco días a» y de que pensaba que a los cinco días tenía que devolver la carta.
Me acuerdo del gustillo que me daba trastear en los cajones de mis padres en busca de condones (marca Peacock).
Me acuerdo de las camisas de vestir rosas y de las bolo ties.
Me acuerdo de cuando un niño me dijo que las hojas agrias con forma de trébol que solíamos comernos (con florecitas amarillas) tenían un sabor tan agrio porque los perros se mea-ban encima. Me acuerdo de que eso no impidió que siguiese comiéndolas.
Me acuerdo del primer dibujo que recuerdo haber hecho. Era una novia con un vestido con la cola muy larga.
Me acuerdo de haber ido a una fiesta de «Vístete de tu personaje favorito» vestido de Marilyn Monroe.
Me acuerdo de lo mucho que tartamudeaba.
Me acuerdo de lo mucho que quería, en el instituto, ser guapo y popular.
Me acuerdo de cuando, en el instituto, si vestías de verde y amarillo los jueves significaba que eras gay.
Me acuerdo de cuando, en el instituto, tenía por costumbre meterme un calcetín en los calzoncillos.
Me acuerdo de cuando decidí hacerme pastor eclesiástico. No me acuerdo de cuando decidí no serlo.
Me acuerdo de que por mi quinto cumpleaños lo único que quería era un traje de noche de satén negro, de esos que dejan un hombro al aire. Me lo regalaron. Y me lo puse para mi fiesta de cumpleaños.
Me acuerdo de un niño al que cuidaba después de clase mientras su madre estaba trabajando. Me acuerdo de lo que disfrutaba castigándole por portarse mal.
Me acuerdo de jugar a los médicos en el cuarto ropero.
Me acuerdo de haber tirado las gafas al mar desde el ferry de la isla de Staten en una oscura noche de dramatismo y depresión.
Me acuerdo de que una vez me llené la cara de arañazos con mis propias uñas para que la gente me preguntara qué me había pasado y yo les contase que había sido un gato y ellos, claro está, sabrían que no había sido un gato.
Y este, escrito inocente en 1969:
Me acuerdo cuando la polio era lo peor en el mundo.
En mayo de 1994, Joe Brainard muere de neumonía complicada por SIDA. Recientemente, su amigo de infancia, Ron Padgett escribió una memoria, publicada por la editorial Coffe House, acerca de su amistad con Joe Brainard, acerca de crecer en Oklahoma en los años 50 y sobre la búsqueda poética y artística de Brainard en Nueva York. El libro se llama Joe.