10/8/16

DQ, por Susan Sontag






«Él se enfrascó tanto en su lectura que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y el mucho leer, se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio».

Don Quijote, al igual que Madame Bovary, versa sobre la tragedia de la lectura. Pero la novela de Flaubert es una obra realista: la imaginación de Emma se corrompe por el género de libros que lee, relatos vulgares de satisfacción romántica. Con Don Quijote, un héroe del exceso, el problema no es tanto que los libros sean malos; es la ingente cantidad de sus lecturas. La lectura no sólo ha deformado su imaginación; la ha secuestrado. Cree que el mundo es el interior de un libro. (Según Cervantes, todo lo que Don Quijote pensaba, veía o imaginaba seguía las pautas de su lectura). Lo libresco lo vuelve, en contraste con Emma Bovary, invulnerable a la componenda o la corrupción. Lo vuelve loco; lo vuelve profundo, heroico, verdaderamente noble.

No sólo el héroe de la novela sino también el narrador es alguien obsesionado con la lectura. El narrador de Don Quijote informa de que ha adquirido el gusto de leer hasta los papeles rotos arrojados a la calle. Aunque si bien el resultado del exceso de lecturas en Don Quijote es la locura, el resultado en el narrador es la autoría.

La primera y más grande épica sobre la adicción, Don Quijote es tanto una denuncia del estado de la literatura y un arrebatado llamado a la literatura. Don Quijote es un libro inagotable, cuyo tema es todo (el mundo entero) y nada (el interior de la cabeza de alguien; es decir, la locura). Implacable, verboso, plagio de sí mismo, reflexivo, juguetón, irresponsable, proliferante, duplicador: el libro de Cervantes es la imagen misma de la gloriosa mise-en-abîme que es la literatura y del frágil delirio que es la autoría, su expansión maniaca.

Un escritor es antes que nada un lector; un lector que se ha vuelto loco; un lector granuja; un lector impertinente que afirma que es capaz de hacerlo mejor. Con todo, justamente, cuando el mayor escritor vivo compuso su fábula definitiva sobre la vocación del escritor, inventó a un escritor de principios del siglo XX que se había propuesto como su obra más ambiciosa escribir (partes de) Don Quijote. Una vez más. Tal cual (era). Pues Don Quijote, más que ningún otro libro jamás escrito, es la literatura.


1994



en Cuestión de énfasis, 2001



Pintura: Celestino Nanteuil