«Él se enfrascó tanto en su lectura que se le pasaban
las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así,
del poco dormir y el mucho leer, se le secó el cerebro de manera que vino a
perder el juicio».
Don Quijote, al igual que Madame Bovary, versa sobre la tragedia de la lectura. Pero la
novela de Flaubert es una obra realista: la imaginación de Emma se corrompe por
el género de libros que lee, relatos vulgares de satisfacción romántica. Con
Don Quijote, un héroe del exceso, el problema no es tanto que los libros sean
malos; es la ingente cantidad de sus lecturas. La lectura no sólo ha deformado
su imaginación; la ha secuestrado. Cree que el mundo es el interior de un
libro. (Según Cervantes, todo lo que Don Quijote pensaba, veía o imaginaba
seguía las pautas de su lectura). Lo libresco lo vuelve, en contraste con Emma
Bovary, invulnerable a la componenda o la corrupción. Lo vuelve loco; lo vuelve
profundo, heroico, verdaderamente noble.
No sólo el héroe de la novela sino también el narrador
es alguien obsesionado con la lectura. El narrador de Don Quijote informa de
que ha adquirido el gusto de leer hasta los papeles rotos arrojados a la calle.
Aunque si bien el resultado del exceso de lecturas en Don Quijote es la locura,
el resultado en el narrador es la autoría.
La primera y más grande épica sobre la adicción, Don Quijote es tanto una denuncia del
estado de la literatura y un arrebatado llamado a la literatura. Don Quijote es un libro inagotable, cuyo
tema es todo (el mundo entero) y nada (el interior de la cabeza de alguien; es
decir, la locura). Implacable, verboso, plagio de sí mismo, reflexivo,
juguetón, irresponsable, proliferante, duplicador: el libro de Cervantes es la
imagen misma de la gloriosa mise-en-abîme
que es la literatura y del frágil delirio que es la autoría, su expansión
maniaca.
Un escritor es antes que nada un lector; un lector que
se ha vuelto loco; un lector granuja; un lector impertinente que afirma que es
capaz de hacerlo mejor. Con todo,
justamente, cuando el mayor escritor vivo compuso su fábula definitiva sobre la
vocación del escritor, inventó a un escritor de principios del siglo XX que se
había propuesto como su obra más ambiciosa escribir (partes de) Don Quijote. Una vez más. Tal cual
(era). Pues Don Quijote, más que ningún
otro libro jamás escrito, es la literatura.
1994
en Cuestión de énfasis, 2001
Pintura: Celestino
Nanteuil