Avanza, avanza la carreta junto al
mar;
el paso del yuntero con arcoíris de
ojo a ojo
queda en las piedras
como sombras crucificadas en los
cercos del alba.
Y la delgada luz
que atraviesa las manos
y rompe el pecho, de cuya herida
mana la llovizna…
Y en mitad del cielo, un menguante
enhollinado
de tanto siempre y siempre
que humea de las pestañas quemadas.
Y el bosque arroja sus pájaros al mar
para que la sal se llene de alas.
Adiós, adiós, madre; lejos va mi
pensamiento
semejante a un caballo desbocado
contra
las rocas.
Junto al mar, la carreta de mis
sueños
es
interminable
como
la arena.
en Noche de
agua, 1986