23/3/17

Cuando Fidel salvó a Bob, por Dylan Maniac



 
A partir de la canción Motorpsycho Nightmare de Bob Dylan


Ahora se cantan y cuentan eventos que podrían ser de pesadilla para un motorista; o bien son solo el encuentro de un sicótico y un motorista que ocurrió realmente a alguien que un día daba vueltas sonámbulas en algún lugar perdido de la amplia topografía del país de los Estados Unidos. Para situar histórica y temporalmente la narración, estos eventos de pesadilla fueron soñados más o menos a principios de la década de los años sesenta, es decir, poco después de la caza de antiamericanos del senador Joseph McCarthy, la crisis de los misiles EEUU-Cuba y el asesinato de JFK, entre otros sucesos memorables. En ese tiempo ocurría la Guerra de Resistencia contra América en Indochina-Vietnam, la revolución hippie de amorosas flores y el "Plan Cóndor", entre otras cosas que preferiríamos olvidar; redondeando, esto ocurría poco antes de la economía de Nixon y Reagan, Woodstock, el "Watergate" y otros eventos que tan célebremente determinan hasta ahora parte de nuestra realidad nominal y que preferiríamos no hubieran ocurrido y que tal vez -por qué no, si es ficción-, se vinculan causalmente con esta pesadilla y esta canción.

Este moto-sicótico, al que llamaremos “Bob” para simplificar el relato, se acercó a esta metafórica, onírica e indeterminada granja que parecía vacía y empezó a llamar hacia el interior, primero desde la verja, después desde el patio y ya adentrándose al recibidor de la casa, cruzando el umbral, frente a la puerta que parecía abierta, gritó: “Hola, ¿hay alguien en casa? ¡Aló!”. Bob estaba poderosamente cansado pues venía en su motoneta desde un lugar muy, muy lejano. Como nadie aparecía, Bob rodeó la casa llamando y cuando se sentó en las escaleras de la entrada sintiéndose mayoritariamente solitario y a punto de irse, frente a él apareció un acalorado granjero con cara de pocos amigos, armado con un rifle que sin dudar amartilló y presionó sobre las tripas vacías de Bob. Por toda respuesta, Bob, nuestro Bob, cayó de rodillas llorando y sollozando. “Me caen muy bien los granjeros, por favor no me mate…”, al tiempo que el, digamos cowboy-agricultor, vociferaba  sin mayor preámbulo: “¿Eres acaso el vendedor viajero que me dijeron que anda por estos lados?”. A lo que Bob solo atinó a responder: “¡No, no, no! ¡Soy doctor, es la verdad! ¡Soy un chico honesto, limpio y hasta universitario!”.

En ese momento entró en escena la hija del granjero, llamada “Rita”, que parecía recién salida de alguna escena del filme felliniano “La dolce vita” (pensemos, pues, que se parecería a Anita Ekberg, Anouk Aimée, Yvonne Furneaux, Magali Noël o Nadia Gray, escoja usted… y digamos que Bob la habría escogido estilo Ekberg); en ese instante, la viveza volvió a Bob quien, para calmar los ánimos, le dijo al padre de Rita cuán hermosa era su granja, y el granjero-perro-viejo no menos avispado, replicó: “¡Y qué sabe un doctor de granjas, hágame el favor!”, con lo que Bob, para salvar su vida, añadió poética y humildemente: "Es que yo nací en el fondo de un pozo de los deseos, y vivo para ayudar a cumplir lo que la gente honesta y trabajadora pida…". Por alguna razón, ya fuera la mugre de las uñas de Bob, su pelo ensortijado, su nariz prominente o lo que fuera, por alguna razón inexplicable que permite continuar esta torcida y pesadillesca moto-sicótica historia, ese granjero violento, paranoico, cogote colorado y seguramente republicano, se convenció de que Bob decía la verdad y era honesto. Entonces, aunque no del todo contento con la situación dijo como quien preferiría no hacerlo, entre molesto, celoso y como quién no quiere la cosa: “Parece que vienes cansado”, a lo que Bob replicó sin mediar pausa: “Oh, sí, muchísimo, más de diez mil kilómetros manejé hoy”; “Vale”, respondió el granjero, “tengo un lugar para ti detrás de la estufa… y te puedes ir a dormir ahora mismo. Con una sola condición: que no toques a mi hija y que mañana temprano ordeñes a las vacas”.

Así pues, Bob dormía como una rata cuando escuchó algo crujir y ahí frente a él se manifestó Rita, ahora cual encarnación del famoso actor Anthony Perkins en su personaje de Norman Bates. Rita, vaporosa, núbil, vestal, le  dijo melosamente, cual susurro o murmullo encantador: “Si quieres ducharte te muestro el camino…” y Bob para sí, pensó: “¡Ah no, esta película ya la vi!”. Nada de tonto el rápido Bob se percató de inmediato del peligro. En ese momento nuestro buen héroe tiene un dilema. Está consciente de la necesidad de escapar, virar, desaparecer, lo antes posible, cuando viene Rita y seductora, le dice, insistente: “¿Quieres ducharte ahora?”. Crece pues el dilema de Bob, quien no se puede ir a menos que el viejo campesino del rifle lo expulse porque había prometido ordeñar las vacas -es hombre recto y de palabra Bob-.

Se le ocurrió, en medio de su desesperación -dios mediante diría él- decir algo capaz de provocar gran impacto en el conservador agricultor, algo muy extraño, completamente fuera de lugar. Así que de golpe y sin pensarlo mucho gritó: “¡Me gusta Fidel Casto… y su barba!”. Rita reaccionó aparentemente ofendida pero al menos se quitó del medio cuando el granjero bajó raudo las escaleras gritando: “¡¿Qué es eso que escuché que dijiste?!”. Bob, corajudo, cojonudo, sacando astucia y fuerza de su situación límite y soñada, sin vergüenza declaró: “He dicho que me gusta Fidel Castro, creo que me escuchaste bien” y se agachó justo para esquivar el puñetazo que el campesino le lanzó con toda su fuerza y furia. Rita balbuceó algo sobre su madre en la punta del cerro, el puñetazo golpeó de lleno la nevera y el granjero exclamó: “¡Te voy a matar si no sales de mi casa en dos segundos, podrido doctor rata comunista!”. Todo pasó rápido entonces: el granjero arrojó contra el cráneo de Bob una revista “Selecciones del Reader´s Digest” -al parece la única lectura posible en casas republicanas honestas-, Bob la esquivó dando un triple salto mortal hacia atrás, atravesó un ventanal a mil kilómetros por hora, aterrizó suavemente en el jardín de flores de la casa destrozándolo, corriendo se montó en su motocicleta mientras Rita gritaba “¡Vuelve!” y el granjero comenzaba a cargar su carabina.

Bueno, parece que Bob ni por arte de magia volverá a pasear ni cerca de la casa del granjero -esperemos, con los sueños y pesadillas nunca se sabe-, a pesar de que en otros sueños le contaron que Rita se mudó y ahora trabaja en un motel. Seguramente el granjero espera por Bob, nuestro Bob, pacientemente, con su rifle cargado, en el umbral de su casa, ansioso de entregar al comunista Bob fanático de Fidel Castro al FBI. Por suerte para Bob, al menos en su sueño, la libertad de expresión lo salvó de terminar en el fondo proverbial de algún pantano, de esos pantanos ideales y oníricos que acaso solo pueden existir en los así llamados "sueños americanos".



  
 Motorpsycho Nightmare. Words and music Bob Dylan. Released on Another Side Of Bob Dylan (1964)


I pounded on a farmhouse Lookin' for a place to stay / I was mighty, mighty tired, I had come a long, long way / I said, "Hey, hey, in there, Is there anybody home? / I was standin' on the steps, Feelin' most alone / Well, out comes a farmer He must have thought that I was nuts / He immediately looked at me and stuck a gun into my guts // I fell down to my bended knees / Saying, "I dig farmers, don't shoot me please" / He cocked his rifle and began to shout / "You're that travelin' salesman that I have heard about?" / I said, "No! No! No! I'm a doctor and it's true / I'm a clean-cut kid and I been to college too". / Then in comes his daughter whose name was Rita / She looked like she stepped out of La Dolce Vita / I immediately tried to cool it with her dad / And told him what a nice, pretty farm he had / He said, "What do doctors know about farms, pray tell?" / I said, "I was born at the bottom of a wishing well". // Well, by the dirt 'neath my nails I guess he knew I wouldn't lie / He said "I guess, you're tired." He said it kinda sly / I said, "Yes, ten thousand miles today I drove" / He said, "I got a bed for you, underneath the stove / Just one condition, You can go to sleep right now: / That you don't touch my daughter and in the morning, milk the cows". // I was sleepin' like a rat when I heard something jerkin' / There stood Rita lookin' just like Tony Perkins / She said, "Would you like to take a shower? I'll show you up to the door" / I said, "Oh, no, no, I've been through this movie before / I knew I had to split, but I didn't know how / When she said, "Would you like to take that shower now?" // Well, I couldn't leave unless the old man chased me out / 'Cause I'd already promised that I'd milk his cows / I had to say something to strike him very weird / So I yelled: "I like Fidel Castro and his beard" / Rita looked offended, but she got out of the way / As he came charging down the stairs Sayin', "What's that I heard you say?" // I said, "I like Fidel Castro! I think you heard me right" / And I ducked as he swung At me with all his might / Rita mumbled something 'Bout her mother on the hill / As his fist hit the icebox He said he's going to kill / Me If I don't get out of the door In two seconds flat / "Your unpatriotic Rotten doctor Commie rat". // Well, he threw a Reader's Digest at my head and I did run / I did a somersault as I seen him get his gun / And chrashed through the window at a hundred miles an hour / And landed fully blast in his garden flowers / Rita said, "Come back" as he started to load / The sun was comin' up and I was runnin' down the road. // Well, I don't figure I'll be back there for a spell / Even though Rita moved away and got a job in a motel / He still waits for me, constant, on the sly / He wants to turn me in to the FBI / Me, I romp and stomp, thankful as I romp / Without freedom of speech I might be in the swamp. //