El
cigarro es la soledad
que
uno elige.
César Luis Menotti
Miro a esas mujeres que fuman sus
cigarros
como si hicieran el amor.
Una de ellas desprende la cintilla de
celofán
con la gravedad de quien desabrocha
un cinturón
o desanuda una corbata.
Otra acaricia con tres dedos la
lisura blanca
anticipando un fuego conocido,
queriendo retrasarlo.
Hay la que lo detiene con los labios
disfrutando su peso,
su seca desnudez
y después lo humedece para volverlo
propio.
La primera lo absorbe hasta el
abismo,
se hace un poco de daño
para sentir que existe.
La segunda lo mira iluminarse
y consume en secreto sus recuerdos.
La tercera sacude la ceniza,
mira el humo
como quien se despide en una calle
solitaria.
Una lo apaga con pequeños golpes,
sabe de espasmos.
Otra lo tira al piso, lo tritura
y esa violencia la desquicia
suavemente.
La tercera lo deja consumirse
porque no le gusta apresurar ningún
desprendimiento.
Parece que platican,
desayunan en este restorán,
piden la cuenta, así, como si nada.
Pero sus cuerpos habitan en otra
realidad,
sus almas vibran,
su soledad salvaje las denuncia.
en Marcador
final, 2002