1/6/09

Grand finale, por Juan Carlos Basualto




a g.v.


don't be shy you learn to fly
and see the sun when day is done
nick drake



Se fue con la primera luz del mediodía. No cantaban ya los pájaros,
más que un ritual pagano que acechaba desde aquella cima.
Se fueron, junto a ella, las noches invernales, de otro tiempo,
sin el frío que revela esa nostalgia absurda
de creer una vez más.


Se fue sin pronunciar más que un frío adiós.
Con sus manos desbocadas
señalando hacia el oeste, manos impregnadas de noble arena
del desierto. Ya no entona más que una tonada
de melodía indecorosa, inversa.
Es la huella tras sus pasos sin regreso.


Se alejó por el camino en donde se alzan cuervos, saetas
y otras infernales fantasías. Más que lodo sobre el vientre, más que
un demencial vacío que penetra en los rincones del recuerdo
y esa imagen que llegó a ser cierta,
desprovista de razones de otra piel.


Se ocultó en el bosque, bajo enormes ramas de insufrible hielo.
Las manos juntas, las rodillas inclinadas. Las palabras que se funden,
alejándose, alabándose, olvidándose, atrapándose, enredándose
en la frágil comunión de un ser transido,
fundido en la visión distante.


Se durmió, quizás, convencida en el sudor negro que desciende
por su frente. Se acostó entre helechos, cantos y un murmullo débil,
inconstante, que rozó de lejos su intranquila fiebre,
su orgullo obseso, su inexactitud,
su inconexa lealtad, su premura, su ficción.


Ya no es hora,
de este adverso límite, o deseo. Ya el temblor se aparta
con un vago desconsuelo,
acaso el pago de sentir la herida, el surco, la inacción.


Se acabó la siembra, la tierra es devastada,
el temporal, la incertidumbre.
Se acabó la estrecha isla, la ebria noche, el viaje sin motivo, el cabo.
Se acabó la sala, el pensamiento, el logos inmanente, el perro.
Se acabó el árbol, la persona, la significancia, el libro.


Y así la noche, y así la madrugada, y así el vino que adormece
en el sepulcro, cuando el viento ya no cae
y el adiós resalta entre la lluvia.
Así el descenso entre escaleras, fuegos y desastres.
Así la cumbre, me recibe y pierde en la neblina.


Así me duermo, finalmente,
lejos de ella,
epigonal, extravagante;
entre puntos invisibles, comas aparentes y finales sin sentido.






Pintura: Railroad sunset, Edward Hopper, 1929