23/8/09

Primera muerte de Roman Boterorimera, por Raimon Ceos

Extracto de la novela "La muerte de Charly Wei"




22/24

Algunas noches es fácil, sólo cerrar los ojos y dejar que la anestesia de la inconciencia se libere por sí sola en el continuo de mi mente, dejando que las imágenes vayan perdiendo solidez hasta llegar a un negro plano como de mural que se extiende y me envuelve. Otras noches ayuda el alcohol aturdiéndome en una negrura que es como cuando se apaga una televisión, un ínfimo punto de luz y la blandura gris del cátodo; a veces es un sueño liviano pero que matizado con el cansancio se hace llevadero y los momentos de descanso y pausa suceden a pedazos de sueños lúcidos o a momentos de alerta y pensamientos encadenados. Ahora es una seguidilla de pensamientos, ruidos, sensaciones corporales que no me dejan dormir y que se suceden incansables, doy varias vueltas en la cama sorprendido pues estas escasas horas de descanso son las primeras que me permito en una noche y un día completos. Talvez lo vertiginoso de los hechos, tal vez la comida o algún presentimiento o hado que intuyo me mantienen en esta alerta y vigilia retozona e intranquila, sin lograr ordenar mis pensamientos, ni los últimos hechos del día ni las posibilidades del mañana ni las demandas del presente que determinarán necesariamente el devenir de ese mañana incierto. Pienso desordenadamente en las cosas en mi habitación, en algunas películas antiguas, en series de televisión, en mujeres, en hombres, en novelas, música, músicos, teatro, ópera, cuadros, cantantes, animales, niños, niñas, en fin, pienso y no paro de pensar teniendo claro que esta corriente de pensamientos es seguro signo de mi agotamiento y de la tensión emocional que estoy viviendo; ya superada la anestesia y la abulia a base de café cigarrillos comidas sobre condimentadas o con exceso de grasa, alcohol y ejercicio físico mi sistema nervioso se ha rendido y explotado, cojeo de una pierna, respiro con un resoplido, me duele constantemente la cabeza, tengo puntadas en el cuello corazón y dedo gordo del pie, bostezo y lagrimeo, es ahora que el final está cerca, acabará este tecleo incesante, esta vida insensata; será sólo un momento, já. Por alguna razón, el calor del verano, el frío invierno, la lluvia otoñal, el viento en primavera, los cambios bruscos de clima, pareciera que todo fuese a acabar de un momento a otro en una explosión, en un día de navidad o año nuevo, en un último gran bang que nos dejará partir inmortalizándonos en lo estiloso y pomposo de nuestro último adiós, dejaremos de ver las calles y de sentirnos patrones de energía entre las desordenadas masas de gentes que reculan por las peatonales pero de todas maneras seremos recordados intachablemente como la estrella fugaz, el genio extremo, el loco lindo, la belleza de la súpernova, y tal vez por eso la gente va a la guerra; aunque no sea más que uno de los incontables motivos, pero queremos insaciablemente ser recordados o perpetuarnos en una constante adquisición de bienestar material; de riqueza. Esto le pasó a todas en mi modesta opinión. Y parecen haberse confabulado para proveer en mi caso la primera necesidad, la muerte entre fuegos de artificio o el misterio sin resolver.