Las vanguardias artísticas del siglo XX, eclosionan ante la perspectiva de una sociedad en ciernes. La necesidad de crear las bases para dicha sociedad parece inminente. Surgen los primeros ensayos artísticos, con programas y manifiestos opuestos al tipo de arte que los precedía. Las vanguardias buscan reinventar el arte, la función, y los mecanismos para generarlo.
Los manifiestos vanguardistas responden a una actitud adánica. El nacimiento del Nuevo Hombre debía programarse anticipadamente. La fe depositada sobre este Nuevo Hombre, sobre este Nuevo Arte, era absoluta. El manifiesto era el llamado intelectual para la emancipación del ser y del arte; en definitiva, del ser a través del arte.
La sociedad actual parece no generar movimientos artísticos por medio de los cuales el hombre pretenda encontrar un nuevo camino que conceda una absolución teleológica. En este contexto, dado por la ausencia de programas generadores de un lenguaje universal, surge el Neoconceptualismo.
El Neoconceptualismo no es el estado final de la literatura. Es simplemente una posibilidad inexplorada. Al mismo tiempo, es consecuencia de una tendencia ineludible. El Neoconceptualismo se funda, utilizando una mueca inexpresiva, en un género del pasado: el manifiesto. Si el manifiesto tradicionalmente (en las vanguardias artísticas) era el símbolo de la delimitación, el manifiesto neoconceptual simboliza, en esa delimitación, la expansión de los límites posibles de la literatura.
La literatura pierde su relación originaria. Los textos se recontextualizan -en un nuevo conjunto-. Llamemos al texto resultante texto neoconceptual y al texto del cual éste surge, texto origen. Si partimos de la base de que todo texto literario utiliza un lenguaje preexistente, podríamos sostener que todo texto literario es, en ese sentido, un texto neoconceptual, que utiliza la materialidad de ese texto origen, finalmente el lenguaje. Pero la literariedad, como bien comprendieron los fenomenólogos, no está dada simplemente por el uso del lenguaje. Si así fuese, no podría distinguirse el habla coloquial del texto literario (como a veces sucede). El lenguaje es la base de los textos literarios. Los textos literarios son la base del texto neoconceptual. El distanciamiento con el lenguaje entra en abismo.
Los resultados son, quizás, menos armónicos que las obras construidas por un escritor tradicional, pero no por ello menos originales. Aún cuando el mismo concepto de originalidad se vea afectado con esta práctica. El significado del texto origen se aniquila parcialmente, creando cadenas de significantes, huérfanas del padre original, adoptando un nuevo significado provisto por el falso padre. El Neoconceptualismo es una literatura bastarda, pero literatura al fin.
Los manifiestos vanguardistas responden a una actitud adánica. El nacimiento del Nuevo Hombre debía programarse anticipadamente. La fe depositada sobre este Nuevo Hombre, sobre este Nuevo Arte, era absoluta. El manifiesto era el llamado intelectual para la emancipación del ser y del arte; en definitiva, del ser a través del arte.
La sociedad actual parece no generar movimientos artísticos por medio de los cuales el hombre pretenda encontrar un nuevo camino que conceda una absolución teleológica. En este contexto, dado por la ausencia de programas generadores de un lenguaje universal, surge el Neoconceptualismo.
El Neoconceptualismo no es el estado final de la literatura. Es simplemente una posibilidad inexplorada. Al mismo tiempo, es consecuencia de una tendencia ineludible. El Neoconceptualismo se funda, utilizando una mueca inexpresiva, en un género del pasado: el manifiesto. Si el manifiesto tradicionalmente (en las vanguardias artísticas) era el símbolo de la delimitación, el manifiesto neoconceptual simboliza, en esa delimitación, la expansión de los límites posibles de la literatura.
La literatura pierde su relación originaria. Los textos se recontextualizan -en un nuevo conjunto-. Llamemos al texto resultante texto neoconceptual y al texto del cual éste surge, texto origen. Si partimos de la base de que todo texto literario utiliza un lenguaje preexistente, podríamos sostener que todo texto literario es, en ese sentido, un texto neoconceptual, que utiliza la materialidad de ese texto origen, finalmente el lenguaje. Pero la literariedad, como bien comprendieron los fenomenólogos, no está dada simplemente por el uso del lenguaje. Si así fuese, no podría distinguirse el habla coloquial del texto literario (como a veces sucede). El lenguaje es la base de los textos literarios. Los textos literarios son la base del texto neoconceptual. El distanciamiento con el lenguaje entra en abismo.
Los resultados son, quizás, menos armónicos que las obras construidas por un escritor tradicional, pero no por ello menos originales. Aún cuando el mismo concepto de originalidad se vea afectado con esta práctica. El significado del texto origen se aniquila parcialmente, creando cadenas de significantes, huérfanas del padre original, adoptando un nuevo significado provisto por el falso padre. El Neoconceptualismo es una literatura bastarda, pero literatura al fin.
2001