23/4/11

Compuesto en la aldea de Wang-Ch’üan[1], después de una copiosa lluvia, por Wang Wei







Ha llovido con exceso;
             sobre los montes solitarios
             se extiende el humo
             de las marmitas.

Las mujeres guisan las legumbres
             y cocinan el mijo, luego
             los envían a los labriegos
             que trabajan al extremo
             del campo.

Sobre la vasta superficie
             de los campos anegados
             vuela una garza blanca.

A la sombra de los bosques
             la amarilla oropéndola
             hace su reclamo.

Sobre un cerro me ejercito
             en la meditación, luego de
             contemplar un hibisco[2] matutino.

Debajo de los pinos como
             mi frugal alimento, después
             arranco un girasol
             cubierto de rocío.

Viejo campesino que ya no corre
             detrás de los puestos públicos,

¿Cómo es que las grullas
             dudan todavía de mí?[3]





Notas

[1] La aldea estaba sobre una colina frente a Ch’ang-en, antigua capital de los T’ang, ahora llamada Hsi-en-fu, en la provincia de Shen-si.
[2] Planta o arbusto cuya flor se marchita en el día: es el símbolo de la efímera condición humana.
[3] La grulla que, según la tradición, no siente temor a los Hsien (Inmortales) ni a los Bodhisattvas, pero que demuestra aversión a los hombres vulgares.