5/12/11

Poema Tigre, por Ramón Oyarzún





para Fabrice, Champion, de este mundo y del otro



Hoy de manera, fondo y forma especialmente inesperada, sorpre-sivamente -que es decir poco frente a la estupefacción de asomarse al vacío por un instante inmutable, nimio, pero inmutable,- me dicen, escriben, cuentan, murmullan, comunican: murió Fabrice Champión... el campeón Fabricio, el trapecista prehistórico primitivista, el inmortal velocista de la silla de ruedas, el pintor cavernícola de cuadros sonoros, Fabrice... Fabríz... Fabris... inmortal viajero que dio la vuelta al mundo en circo con un acto mortal que no lo mató... ni siquiera cuando calló -jamás cayó- desde infinitos metros por incontables segundos. Cuentan que murió en un rito shamánico en Perú, de un paro respiratorio. Tengo mucha pena y necesito contarlo. Todo el día vagué por el espacio virtual de esas comunicaciones venidas desde una distancia insalvable intentado explicar y entender qué pasaba. Sus padres lo repatriarán a Francia -presumo lo enterrarán en Limoges- la sangha Shambhala de París hará una ceremonia para recordarlo. Tenía 39 años y era hermoso como un ángel caído, lo que en su caso, era cierta y tal vez dolosamente literal. Lo recuerdo; labios y ojos pintados, más allá de cualquier deseo, cuadrado en su silla de ruedas, mano estrambótica, movilidad espástica, mirada... ojos felices y tristes de mirar, de ver de ver de verdad indestructible. Miré videos de sus entrenamientos en Moscú en una clínica de vanguardia para recuperar algo de movilidad. Intenté ver la película que hicieron sobre él. Tan poco tiempo lo vi, o viví... hablamos en un español horriblemente chapurreado -debo hacer esta salvedad: para mí cualquier español europeo es un español horriblemente chapurreado- en el antejardín de la sala de meditación de Dechen Chöling, lugar de dharma y gran bendición. Fabrice saltó al vacío no importa qué día, no alcanzó el primer trapecio, no alcanzó el segundo... siguió volando resignado, incrédulo, no preparó el aterrizaje, no se preocupó de la caída, disfrutó el vuelo fabuloso en el que se había lanzado sin protección... aterrizó de cabeza y murió... muerto despertó en el hospital sin poder moverse. Alguien tan activo, el niño maravilla del circo francés, el guardia-rusung del grupo budista Shambhala de París. Cuando lo conocí parecía tan fácil. Había estado en Chile, en casa de Leo Palma -Leo me escribió que una vez le preguntó si no le daban miedo sus acrobacias en trapecio... a Fabrice parece que nada le daba miedo. Seguro. Mirándolo pienso siempre en los versos de Lihn, nada se pierde con vivir, ensaya. Y en la frase de Trungpa, el verdadero guerrero no es quien nunca tiene miedo sino quien es capaz de conquistarlo. Así pues... una vida de conquistas... el loco Fabrice me decía una loca alemana... como en el poema de Lira, que un flaco te llame flaco, o un loco loco, tiene que ver con que un flaco re flaco te puede llamar gordo y un loco re loco podría decir que eres cuerdo. O tienes loca sabiduría. Ay Fabrice, te fuiste montado en la serpiente de la visión, similar a esas caligrafías y gritos que hacían tus poemas... el barullo tribal de tambores y gongs y cuencos conjugan el grito del gran Frank -ese que lanzó mal el primer trapecio, tu amigo francomagrebí que se culpó tantos años de tu accidente, el cantante y mimo llorón que tanto te amó. Qué cosas me llegan contadas de manera virtual, actualizando tanta experiencia y tanto cariño. La última vez que te vi miramos kyudo en el silencio del bosque, abanicos flechas disparos que siempre daban en el blanco de la ausencia de ego. Fabrice, el que conocí, se agotó disuelto en algún lugar lleno de magia amerindia, y Fabrice, el que conocí, su tulku -la bendición mágica de tu bella energía- vino a extenderse por este lado sudamericano del mundo. Celebro las incontables emanaciones de tu presencia auténtica, seguro nos volveremos a encontrar. No te lloro. Tampoco tengo pena. Sólo un sentimiento de extraño dolor, algo que en tu prodigiosa lengua podríamos llamar chagrin. Pero ahí estás con tus fotos y tu risa y el tigre que dormido deja que un puerquito le muerda. Entonces más que contrariado, imposible no estar alegre. Buen viaje Fabrice, Buen tránsito por el Bardo. Recuerda las instrucciones, busca tu sombra y tus huellas en la arena. Recuerda que es una ilusión. Date otra vuelta al mundo, al tiempo, analiza sin apego las causas y condiciones de esta vida que pasó cual suspiro. Te esperamos siempre con los brazos abiertos. Para el beneficio de todos los seres.


2011