4/8/21

Credo, por Nikolay Gumiliov





No sé de dónde vengo,
y ciertamente, no sé de mi destino,
cuando un día
se apague victoriosa,
poco a poco,
mi luz en el jardín entre sus luces.
 
El día en que me aburra la belleza,
me cansen las caricias de las rosas;
la paz reclame el alma ya cansada
del flujo de los sueños.
Pero vivo, cual danza de las sombras
en la hora que aguarda su final,
agonizante,
y es parte del gran día;
vivo lleno del rojo, fuerte,
encanto de la llama,
y lleno del misterio del instante.
 
Abiertos para mí, dentro del mundo,
las sombras de la noche,
el sol brillante,
el éter en magnífico triunfo,
sus plácidos planetas, luces, brillos.
 
Certezas enfermizas yo no busco:
saber de dónde vengo, fin y causa.
Mas sé del centelleo, en algún lado,
la estrella en fuerte abrazo con la estrella.
Y sé que allí ha entonado dulce un coro
su canto junto a un trono de belleza.
Que allí se entrelazaron flores blancas.
 
Con todo el corazón creo en milagros,
y entiendo de la bóveda celeste,
yo sé que, donde esté, mi propio sueño
el todo ha de cubrir.
 
Por siempre vivo y siempre poderoso,
enamorado de sólitos encantos.
La belleza inflama en arco iris
de eternas armonías sobre el reino del vacío.
 
 
1905
 
 
 
en El diablo listo y otros poemas, 2011